Entrevista:

"Todos somos asesinos de mujeres"

Alejandro Jodorowsky, escritor, cineasta, guionista de cómics, mago y alquimista, ronda estos días por Sitges mientras el festival le dedica un homenaje en forma de retrospectiva cinematográfica. No puede decirse que este hombre sea excesivamente prolífico (siete películas en 25 años, la primera de ellas, Las cabezas trocadas, inencontrable), pero la culpa no es suya. Jodorowsky, directamente, no encaja en la industria cinematográfica tal como la concebimos."El cine es como el fútbol", afirma, "necesita representar una patria, a un colectivo... Y yo no soy más que un marciano que a dura...

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Alejandro Jodorowsky, escritor, cineasta, guionista de cómics, mago y alquimista, ronda estos días por Sitges mientras el festival le dedica un homenaje en forma de retrospectiva cinematográfica. No puede decirse que este hombre sea excesivamente prolífico (siete películas en 25 años, la primera de ellas, Las cabezas trocadas, inencontrable), pero la culpa no es suya. Jodorowsky, directamente, no encaja en la industria cinematográfica tal como la concebimos."El cine es como el fútbol", afirma, "necesita representar una patria, a un colectivo... Y yo no soy más que un marciano que a duras penas se representa a sí mismo".

Aunque sus seguidores le recuerdan por piezas personales o maestras como El topo o La montaña sagrada, Jodorowsky ha realizado un par de películas por encargo, Tusk y The rainbow thief. "Le aseguro que estoy muy satisfecho de ambas películas. Las considero como propias. A pesar de que en cuanto trabajas con dinero te conviertes en un donnadie que no se puede enfadar ni con los actores ni con el producto si no quiere que le corran. Los actores son odiosos, ¿no cree? Estoy muy interesado en los avances de la tecnología digital gracias a los cuales se puede terminar una película aunque el protagonista se muera a medio rodaje. Creo que estamos, en el buen camino hacia la desaparición de esa raza funesta que son los actores".

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Tal vez para no tener que aguantarlos, Jodorowsky rodó una de sus mejores películas con todos los miembros de su familia a los que pudo echar el guante, Santa sangre. "Esta película", cuenta el cineasta, "tiene su origen en una historia real, la de Goyo Cárdenas, un tipo que, allá por los años cincuenta, en México, se dedicaba a asesinar a sus novias y a enterrarlas en el jardín de su casa. Él mismo me contó su historia en los sesenta. El tipo fue detenido y metido en un manicomio, y cuando salió, 10 años después, era un hombre nuevo. Años después, hice Santa sangre. Con Santa sangre quise demostrar que todos somos, en el fondo, asesinos de mujeres. Fíjese en mí y en mis tres esposas: la primera se tiró al metro, la segunda se alcoholizó y la tercera acabó en un grupo terrorista... ".

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