Crítica:

El divo y el maestro

La Filarmónica de Madrid ha tenido un doble acierto: programar un recital del tenor Alfredo Kraus y concederle la primera medalla de oro de la asociación. Una vez más, escuchamos al tenor canario en el que, tras una larga carrera que conoce variantes, pero no declives, parecen fundirse dos arquetipos del arte lírico: el divo y el maestro.Una vida como la de Kraus, dedicada casi exclusivamente a la ópera, no pudo gozar con el recital sino con frecuencia muy pausada. Le recuerdo uno, ya hace más de 20 años, en el Covent Garden que hizo arder el ánimo de los londinenses: Estaba confeccionado el p...

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La Filarmónica de Madrid ha tenido un doble acierto: programar un recital del tenor Alfredo Kraus y concederle la primera medalla de oro de la asociación. Una vez más, escuchamos al tenor canario en el que, tras una larga carrera que conoce variantes, pero no declives, parecen fundirse dos arquetipos del arte lírico: el divo y el maestro.Una vida como la de Kraus, dedicada casi exclusivamente a la ópera, no pudo gozar con el recital sino con frecuencia muy pausada. Le recuerdo uno, ya hace más de 20 años, en el Covent Garden que hizo arder el ánimo de los londinenses: Estaba confeccionado el programa de modo parecido al que le hemos escuchado ahora en Madrid, junto al pianista Edelmiro Arnaltes: melodías de Duparc, el exquisito autor de sólo 16 títulos; de Massenet, con su sensibilidad quebradiza; de Tosti, en italiano y en francés; un par de lieder, de Strauss; el Ciclo de Turina sobre Campoamor y cuatro arias operísticas de Gunod, Massenet y Cilea. Esto es: "un cerco a la sensibilidad romántica, desde diversas posiciones, del que salió triunfante, alzado y expansivo, el divo-maestro.

Filarmónica de Madrid

A. Kraus, tenor. E. Arnaltes, piano. Obras de Duparc, Tosti, Massenet, Gounod, Turina, Strauss y Cilea. Auditorio Nacional. Madrid, 9 de junio.

No hay casi un momento en el que Kraus no haga algo que interese por vías de la razón y conmueva por las de la emoción. Hasta su tan comentada frialdad, se me antoja mera contención del exceso en favor de la elegancia del concepto, la dicción, la línea y el estilo. De vez en vez, rompe sus propias ataduras para entregarse plenamente. Ejemplos: Las locas por amor, de Turina; Por quoi me réveiller, de Massenet; El lamento de Federico, de Cilea...

La voz es instrumento que tarda en calentarse, por lo que el gran Kraus, el rigurosamente incomparable, se realiza casi siempre después del intermedio con brillantez y poderío admirables. Paralelamente se anima la audiencia y es entonces cuando surge esa suerte de líder que es el divo, capaz de convencer y vencer. Total: triunfo entero y sin fisuras en el que participó el pianista colaborador, Edelmiro Arnaltes, acaso el primer admirador de Kraus.

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