Tribuna

Subtipos y subgentes.

Es bien sabido que un fenómeno como el de la Fiesta de los Toros, capaz de la mayor grandeza y emoción, en el que se pueden abrazar la muerte y la gloria, ha. conseguido engendrar a lo largo de los siglos toda una serie de gentes y personajes que han poblado la España negra y que muchas veces se han convertido en arquetipos.Son ya sobradamente conocidos, por clásicos, tipos como el reventa costroso que recorre sibilino los corrillos, bisbiseando por entre el negro colmillo una especie de salmodia que se resume en un puñado de billetes, o el siniestro barbero, salteador de dehesas...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Es bien sabido que un fenómeno como el de la Fiesta de los Toros, capaz de la mayor grandeza y emoción, en el que se pueden abrazar la muerte y la gloria, ha. conseguido engendrar a lo largo de los siglos toda una serie de gentes y personajes que han poblado la España negra y que muchas veces se han convertido en arquetipos.Son ya sobradamente conocidos, por clásicos, tipos como el reventa costroso que recorre sibilino los corrillos, bisbiseando por entre el negro colmillo una especie de salmodia que se resume en un puñado de billetes, o el siniestro barbero, salteador de dehesas y caminos, que lleva a cuestas los útiles de mutilar al servicio de los pagadores del miedo.

No es difícil encontrarnos con el sablista del taurineo, un ser que pulula por los bares y hoteles de ambiente, palmeando espaldas y tirando de levitas, siempre con la mano abierta y el gaznate seco, o con la madre de la postulante, dama de poco más o menos, cuyo mejor capital es una casadera de carnes prietas y rostro lelo a la que trata de inmolar, como sea, a mayor gloria y reposo del diestro joven y prometedor.

Más información

En una escala que ellos creen superior se ubica el vampiro de los callejones, individuo de carnes orondas y cabello ralo, putañero de pelo y pluma, que es capaz de trasegar cuanto destilado le pongan delante y que se alimenta de ansias de gloria, o el señorito paternal, especie de padrino siciliano, de presunta buena cuña y añorante de antiguas dictaduras, que exige sumisión absoluta de los siervos de la gleba, sus protegidos, mientras comulga por la mañana temprano.

Pero el avance de los tiempos exige regeneración y savia nueva para que el tabladillo de la vieja farsa se pueble de nuevos actores. Y así aparecen en el estrado de la moderna fiesta el pisaverde ilustrado, una suerte de atildado lechuguino, de seda y lino vestido, sucesor apócrifo del 68 y descendiente legítimo del postmoderno y yuppismo, que escupe perdigones de hojaldre al hablar a boca llena del 'fenómeno cultural", o el avispado inversor, tenedor añejo de diarios y mayores, experto en ¡vas y cajas b, que al socaire de la antigualla taurina, entra en escena con la bolsa abierta para cogerlas crudas y en canal.

Se trata de tipos o subtipos, y gentes o subgentes que, ademá de ayudar a la renovación de la pandereta nacional, sirven para encanallar y abochornar la belleza de una fiesta que, en palabras de Unamuno, está en "las más recónditas honduras del alma de nuestro pueblo".

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Archivado En