La batalla de Gorazde deja en evidencia a Occidente

Los serbios han ganado en Gorazde algo más que una batalla: han acabado también con la estrategia de Estados Unidos en Bosnia y con las últimas esperanzas de que las potencias occidentales usen su capacidad militar para frenar la limpieza étnica. Todo parece haber acabado en Bosnia para la Administración norteamericana y sus aliados europeos. Fuera de la posibilidad de algún bombardeo tan simbólico e improductivo como los anteriores, la política occidental parece ahora más bien orientada a entenderse con los serbios y arrancarles por las buenas las mayores concesiones posibles.

El presi...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Los serbios han ganado en Gorazde algo más que una batalla: han acabado también con la estrategia de Estados Unidos en Bosnia y con las últimas esperanzas de que las potencias occidentales usen su capacidad militar para frenar la limpieza étnica. Todo parece haber acabado en Bosnia para la Administración norteamericana y sus aliados europeos. Fuera de la posibilidad de algún bombardeo tan simbólico e improductivo como los anteriores, la política occidental parece ahora más bien orientada a entenderse con los serbios y arrancarles por las buenas las mayores concesiones posibles.

Más información

El presidente de EE UU, Bill Clinton, consideró ayer "poco probable" la posibilidad de que se responda con ataques aéreos a los serbios. "Tenemos un papel diplomático que jugar y estamos haciendo todo lo posible por cumplirlo", declaró ayer en Willianisburg (Virginia).El Consejo de Seguridad de la ONU se reunió a las once de la noche de ayer para analizar la situación creada por el asalto serbio a Gorazde.

El vicepresidente del Gobierno bosnio, Ejup Ganic, que estos días ha mantenido conversaciones en Washington con el Gobierno norteamericano, declaró ayer que "la pérdida de Gorazde es una tragedia que pone en cuestión el moralismo y los principios de la política exterior de Estados Unidos".

Pese a la dura acusación de Ganic, ayer se apreció una curiosa calma en la Administración norteamericana. Tras un sábado largo y tenso, los funcionarios se expresaban con la serenidad del que se ha quitado un peso de encima. El peso de Bosnia. Washington parece haber aceptado que nadie quiere una intervención masiva contra los serbios, y que no hay más alternativa que dejar caer Gorazde como se dejará caer cualquier otro enclave musulmán, por muy protegido por la ONU que esté, con la eventual excepción de Sarajevo.

Tras un día de frecuentes consultas de Clinton con sus asesores de seguridad, con Rusia y con los Gobiernos europeos, Estados Unidos ha desechado el uso significativo de la fuerza, y, por primera vez, parece dispuesto a considerar una propuesta de Francia de levantar gradualmente el embargo a los serbios.

Conocer lo que pasa fuera, es entender lo que pasará dentro, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Evitar la extinción

Según ese plan, Estados Unidos, el principal aliado de los musulmanes, debe convencer a esa comunidad de que ha perdido la guerra y ahora sólo puede evitar su extinción. Al tiempo, Rusia, aliado de los serbios, tiene que impedir que los serbios aniquilen a los musulmanes.

Ayer se le preguntó a Clinton si era partidario de levantar el embargo. Su respuesta fue: "No, no en este momento". No obstante, un funcionario norteamericano dijo que su país no está listo para acabar con el embargo, pero sí para "hablar de ello". Ese paso no se podría dar, añadió, mientras, se mantenga el cerco a Gorazde y prosiga la limpieza étnica.

Algunas voces de prestigio se levantaron para evitar que su Administración respalde esta política. Entre ellas, la del influyente senador demócrata Joseph Biden, que consideró que los ataques aéreos, combinados con el levantamiento del embargo de armas a los musulmanes, servirían para parar a los serbios. Un grupo de analistas de política internacional, que incluye a Jeane Kirkpatrick y Zbigniew Brzezinski, envió una carta al presidente en el que proponían el envío de armas a los musulmanes y le pedían que no se sume al intento de "dar luz verde a la agresión serbia".

Buscando excusas a su pasividad, funcionarios norteamericanos explicaron el siguiente panorama: la ONU no quiere bombardeos, el general Michael Rose, jefe de los cascos azules en Bosnia, no quiere bombardeos, los países europeos no quieren bombardeos, Rusia no quiere bombardeos y Estados Unidos sólo bombardeos simbólicos.

El embajador especial de EE UU en Bosnia, Charles Redman, no quiso descartar por completo la posibilidad de un uso selectivo de la fuerza, pero advirtió que, por el momento, "todo está en manos de Asushi Akashi [representante de la ONU en la ex Yugoslavia]".

Redinan sostuvo que aún existen posibilidades de evitar "mediante la negociación" un mayor derramamiento de sangre en Gorazde. Aseguró que la ONU. está haciendo un gran esfuerzo en ese sentido, y advirtió que los cascos azules están en Bosnia "con un objetivo humanitario y no con el propósito de combatir".

El Gobierno estadounidense confía en que la rápida reanudación de conversaciones entre serbios y musulmanes sirva para apuntalar una política que se viene abajo por momentos.

Archivado En