Crítica:

Los puntos cardinales

Coincidiendo con las gratificantes exposiciones de Franz Kline y Willem De Kooning, esta exposición de Ricardo Mazal (México 1950), su segunda individual en Barcelona tras un paréntesis de seis años, permite constatar que la influencia del Expresionismo Abstracto es todavía rastreable, aunque por senderos mucho menos transitados ahora que hace no muchos años.Me comentaba Xavier Grau, gran admirador de la pintura norteamericana, precisamente después de visitar la exposición de De Kooning, que le había costado un tiempo el poder admirar la maestría del pintor nonagenario dadas las innumerables y...

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Coincidiendo con las gratificantes exposiciones de Franz Kline y Willem De Kooning, esta exposición de Ricardo Mazal (México 1950), su segunda individual en Barcelona tras un paréntesis de seis años, permite constatar que la influencia del Expresionismo Abstracto es todavía rastreable, aunque por senderos mucho menos transitados ahora que hace no muchos años.Me comentaba Xavier Grau, gran admirador de la pintura norteamericana, precisamente después de visitar la exposición de De Kooning, que le había costado un tiempo el poder admirar la maestría del pintor nonagenario dadas las innumerables y pésimas copias de su trabajo que habíamos visto en las galerías con tanta frecuencia durante años.

Ricardo Mazal

Galería Maeght. Monteada 25. Barcelona. Hasta el 30 de abril.

Ahora, cuando los dictados de la moda se orientan hacia otro lado, los estupendamente pintados -y hay que recalcar esto-, lienzos de Mazal, que deben tanto al mismo De Kooning o al primer Guston, no suponen sino una bocanada de aire fresco y reconfortante, aunque algunas de las cuestiones que plantean les pueden paracer a muchos anacrónicas. Los cuadros de gran formato que Mazal presenta, cuyas superficies, de ricas y laboriosas texturas, recogen todos los gestos que los han originado a modo de registro del proceso de su elaboración, no son, con todo, absolutamente derivativos.

Mazal, que vive a caballo entre Nueva York, y Barcelona, pinta, en los cuadros que nos parecen más interesantes, unas marcas en el centro de los cuatro extremos de los cuadros, a modo de puntos cardinales, que desmienten la improvisación gestual de inspiración transcendente además de romper con la estética del all-over.

Por otra parte, en los centros de los cuadros nos encontramos con una serie de marcas, generalmente de color blanco, que también destacan sobre el resto de la superficie.

Estos simples recursos que crean unas aspas subjetivas sobre las superficies de los lienzos, les dan un efecto de movimiento circular o reverberativo que puede querer referirse a la imposibilidad de un movimiento estético unidireccional de la que hablan, tan a menudo, los teóricos del posmodernismo.

La exposición se completa además con unos dípticos realizados en colaboración con el fotógrafo Gary Mankus de difícil comprensión sin una información adicional.

En realidad son fotografías del artista moviéndose delante de sus obras con una linterna en la mano, tomadas con una exposición de 30 segundos, que están enmarcadas al lado de dibujos al carboncillo de su mismo tamaño, que Mazal ha realizado durante intervalos de tiempo de una misma curación.

De imaginería curiosamente similar -las citadas fotografías y los dibujos-, estas obras nos recuerdan que el acto de la contemplación es un ejercicio activo.

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