Mucho apellido

Parece que, definitivamente, sólo habrá un gran Coltrane. Ravi Coltrane debería darse la vuelta como un guante para entrar en el olimpo de los dioses del jazz como lo hizo su padre, John Coltrane.La primera vez que el bondadoso rostro de Ravi asomó por Madrid, como miembro de la Jazz Machme del ciclópeo batería Elvin Jones, fue literalmente barrido por el otro saxo tenor de la formación, un correosísimo veterano llamado Sonny Fortune. Ahora, al segundo intento, sin fiero colega que le ladre, ha vuelto a sucumbir ante una galopante desorientación conceptual y ante un insidioso guitarrista japon...

Parece que, definitivamente, sólo habrá un gran Coltrane. Ravi Coltrane debería darse la vuelta como un guante para entrar en el olimpo de los dioses del jazz como lo hizo su padre, John Coltrane.La primera vez que el bondadoso rostro de Ravi asomó por Madrid, como miembro de la Jazz Machme del ciclópeo batería Elvin Jones, fue literalmente barrido por el otro saxo tenor de la formación, un correosísimo veterano llamado Sonny Fortune. Ahora, al segundo intento, sin fiero colega que le ladre, ha vuelto a sucumbir ante una galopante desorientación conceptual y ante un insidioso guitarrista japonés, ávido de protagonismo. El tal Gene Shimosato figuraba de modesto colíder pero demostró vocación de emperador de la China. Ante comportamiento tan decidido, Ravi se pasó inactivo buena parte del concierto, sumido en la triste sombra del escenario. Bajo los focos dejó claro que en su estilo no hay ni rastro de la herencia de su padre. Por momentos escaló hasta los agudos con desgarro, pero con poco convencimiento, como si respondiera más a imperativos del guión que a llamadas del corazón.

En la primera parte actuó el cuarteto del saxofonista Jaime Muela, especializado en formas de jazz: fácilmente digeribles. Si entonces se hubiera adivinado lo que se avecinaba se le hubiera valorado mucho más tanta claridad descriptiva.