Entrevista:

"Octavio Paz es para la cultura el sol que no se pone"

El historiador mexicano Enrique Krauze, acaba de obtener el Premio Comillas de biografía de la editorial Tusquets, por su obra Siglo de caudillos. Krauze, subdirector de la revista Vuelta y quizá el hombre de mayor influencia hoy día sobre Octavio Paz, piensa que éste es para la cultura de su país el sol que no se pone. Enfrentado intelectualmente a Carlos Fuentes, Krauze advierte que Méjico debe dejar ya de renegar de su pasado colonial.

Enrique Krauze es la primera generación mexicana de una familia judía polaca que huyó en 1931 de su país aterrada por el antisemitismo. Esta emigració...

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El historiador mexicano Enrique Krauze, acaba de obtener el Premio Comillas de biografía de la editorial Tusquets, por su obra Siglo de caudillos. Krauze, subdirector de la revista Vuelta y quizá el hombre de mayor influencia hoy día sobre Octavio Paz, piensa que éste es para la cultura de su país el sol que no se pone. Enfrentado intelectualmente a Carlos Fuentes, Krauze advierte que Méjico debe dejar ya de renegar de su pasado colonial.

Enrique Krauze es la primera generación mexicana de una familia judía polaca que huyó en 1931 de su país aterrada por el antisemitismo. Esta emigración anticipada salvó a parte de su familia del holocausto. Educado en un colegio israelí en México, Krauze consiguió desde muy joven un lugar en el mundo intelectual mexicano. Unos dicen que todo se lo debe a Octavio Paz, pero otros reconocen su talento. A sus 46 años, es autor de 18 obras, entre ensayo, obra histórica y biografías. "Culturalmente", dice Krauze, "soy judío".Pregunta. ¿Por qué la biografía es un género que se emplea poco en la literatura española?

Respuesta. Es cierto que se trata de un género más o menos virgen y de más tradición en la literatura anglosajona que en la hispana. Pese a ello, entre los biógrafos importantes de nuestro tiempo tenemos a Salvador de Madariaga, que escribió Hernán Cortés. No obstante, la biografía es un campo muy extenso y poco a poco se va a ir abriendo y, por lo tanto, dando sus frutos.

P. ¿Cómo se da el caudillismo en América Latina?

R. En América Latina hay un eco del caudillismo hispano árabe. Esto se presenta muy claramente a principios del XIX, cuando estalla el orden español, y continúa a lo largo de ese siglo y del XX. Sin embargo, en México todo es distinto: el caudillismo se institucionaliza en el presidencialismo.

P. O sea: lo que quiere decir es que el caudillismo llega a 1993.

R. México tenía ya una tradición histórica como Estado prehispánico. Éste luego se superpone, como una pirámide, a los tres siglos de Estado colonial español y estalla en caudillos. Pero luego dos personajes, dos caudillos con fuerte raigambre indígena, Benito Juárez y Porfirio Díaz, reconstituyen de cierta forma el Estado corporativo, orgánico y piramidal, tanto prehistórico como español. Y este Estado, fuere y único en América Latina, es el que sobrevive todavía a finales del siglo XX en México.

P. Entonces, ¿definiría al de hoy?

R. Yo creo que México es el país donde la herencia política de la monarquía de los Habsburgo españoles existe de modo más vivo.

P. ¿No cree que ha habido algo de caudillismo en la ruptura del orden comunista?

R. Posiblemente hay algo de caudillismo en Yeltsin o en Havel, pero siempre desde un sentido amplio del término. El caudillismo como fenómeno histórico es casi exclusivo del mundo hispánico y, en todo caso, de las ciudades-Estado italianas de las que habla Maquiavelo.

P. Pero algo de la Rusia de estos días sí que resulta familiar si se lee el XIX mexicano.

R. Claro que sí. Cuando se rompió el orden español, México estalló en caudillos con intención de convertirse en una república a imagen y semejanza de la ideal en ese momento: Estados Unidos. Pero lo que se crea, sin mucha tradición, es una monarquía presidencialista, con el emperador Agustín de Iturbide al frente, y un Parlamento de tendencias monárquicas, que durante años estuvieron enfrentados a muerte. Aquello lo que reflejó es una tragedia de inmadurez política por no haber tenido el país experiencias con instituciones republicanas. Ello trajo finalmente el descrédito internacional, la anarquía, el caos e incluso el desmembramiento del territorio.

P. ¿Por qué México reniega de su pasado colonial?

R. México no puede negarlo sin negarse a sí mismo. Por eso, y recogiendo una cita de Octavio Paz, no tiene más remedio que reconciliarse con su pasado. Yo creo que es el momento, pero dentro de un marco político e intelectual liberal, de incorporar de forma entrañable y generosa los valores hispánicos.

P. Hablemos de usted: se dice que es el protegido de Octavio Paz.

R. Conozco a Paz desde hace 18 años. Comencé a trabajar en el número cuatro de la revista Vuelta, primero como secretario de redacción y desde 1981 como subdirector. No es una relación padre-hijo, desde el punto de vista intelectual, sino de amigos respetuosos. Yo le tengo una inmensa admiración a Octavio Paz, al que considero un sol de la cultura y la literatura mexicana. Un sol que no pone ni se ha puesto en todo el siglo.

P. Parece, según usted, que Paz es todo en México.

R. Desde la primera generación del siglo, desde sus abuelos intelectuales, como José Vasconcelos, ha habido un reconocimiento de su obra. Hablo de 1930. En Paz convergen todas las corrientes de la historia mexicana: el México indígena, del lado de su abuelo y de su padre, y lo español de su madre. Es, como diría López Velarde, castellano y morisco ideal, rayado de azteca.

P. ¿Qué pasa entre Paz, usted y Carlos Fuentes?

R. Dejemos a un lado a Paz, que sí que ha escrito ensayos sobre Fuentes que no coinciden con mis opiniones. Aquí lo que ocurre es que yo escribí hace cinco años un ensayo muy polémico, que no ha sido publicado en España, llamado La comedia mexicana de Carlos Fuentes. Este ensayo es de un contenido muy fuerte, aunque pienso que ha sido injustamente comprendido.

P. ¿Y qué dijo Octavio Paz?

R. Yo se lo presenté cuando estaba escrito y le dolió mucho pensar que ese ensayo iba a marcar distancias con Fuentes. Pero al fin y al cabo era mi opinión personal y no la de Paz. Ahora bien: yo creo que el tiempo irá limando y colocando las cosas en su lugar. Pienso que el propio Fuentes sabrá apreciar, como dijo alguna vez Marlo Vargas Llosa refiriéndose a ese ensayo, que sin estar de acuerdo con algunos juicios míos literarios sobre Fuentes, sí estaba de acuerdo, no obstante, con algunas apreciaciones políticas, económicas y morales. Y, desde luego, envidiaba que un mexicano se ocupara de la obra de otro con el cuidado y la atención con que yo me ocupé de ello.

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