Crítica:

Demasiados recuerdos

Hace veinte años que no se repone esta obra en España: habrá muchas personas que no la hayan visto en el teatro. Quizá, ni en el cine ni en sus pases de televisión. Los que no tenemos esa suerte, no podemos evitar las comparaciones. Interesa, en este caso, la de Ana Marzoa; no es Vivien Leight, pero tampoco está dirigida por Elia Kazan. Ana Marzoa es una primera actriz; llena siempre el escenario, y tiene un temperamento desbordante. Hace una creación del papel: quiero decir con esto que lo hace suyo, con su fuerza, su grito, su. voz tomada. Albert Folk no tiene la brutalidad de Kovalski, ni s...

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Hace veinte años que no se repone esta obra en España: habrá muchas personas que no la hayan visto en el teatro. Quizá, ni en el cine ni en sus pases de televisión. Los que no tenemos esa suerte, no podemos evitar las comparaciones. Interesa, en este caso, la de Ana Marzoa; no es Vivien Leight, pero tampoco está dirigida por Elia Kazan. Ana Marzoa es una primera actriz; llena siempre el escenario, y tiene un temperamento desbordante. Hace una creación del papel: quiero decir con esto que lo hace suyo, con su fuerza, su grito, su. voz tomada. Albert Folk no tiene la brutalidad de Kovalski, ni sus camisetas están sucias y sudadas: es un tipo antipático, grosero y no más. La famosa y cruda violación desaparece, o no tiene la fuerza griega que tenía entonces.Bueno, es otra historia. La tragedia se va de las manos: es no más que un sainete de un barrio pobre de la antigua Nueva Orleans; y una figura femenina mal explicada, cuya locura no está justificada en escena hasta el mismo final. Insisto en que si discuto la interpretación de Ana Marzoa en esta vuelta del Tranvía es porque está en un contexto donde no noto nada de la tragedia: ni el calor, la grosería brutal, la ansiedad, la llamada del sexo; lo veo mejor en los demasiados recuerdos que tengo de esta obra y su autor y su primer director.

Un tranvía llamado deseo

De Tennessee Williams, versión de Enrique Llovet. Intérpretes: Abel Folk, Natalia Dicenta, Natalia Duarte, Esperanza Obono, Ana Marzoa. Vestuario: Pedro Moreno. Escenografía: Gil Parrondo. Dirección: José Tamayo. Reposición: teatro Bellas Artes, 30 de septiembre de 1993.

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