La extrana corrida

Cinco toros de Gabriel Rojas, (4º sobrero sustituto de un inválido), lº, 2º y 6º chicos, resto con presencia; manejables; 5º, segundo sobrero (sustituto de un toro que no salió), de Sánchez Arjona, que provocó gran escándalo por su invalidez, Ortega Cano: tres pinchazos, media atravesada -aviso con retraso- y descabello barrenando (aplausos y saludos); pinchazo, estocada tendida trasera baja, descabello -aviso con retraso- y otro descabello (oreja). César Rincón: bajonazo tirando la muleta y descabello (aplausos y saludos); estocada caída tirando la muleta (aplausos...

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Cinco toros de Gabriel Rojas, (4º sobrero sustituto de un inválido), lº, 2º y 6º chicos, resto con presencia; manejables; 5º, segundo sobrero (sustituto de un toro que no salió), de Sánchez Arjona, que provocó gran escándalo por su invalidez, Ortega Cano: tres pinchazos, media atravesada -aviso con retraso- y descabello barrenando (aplausos y saludos); pinchazo, estocada tendida trasera baja, descabello -aviso con retraso- y otro descabello (oreja). César Rincón: bajonazo tirando la muleta y descabello (aplausos y saludos); estocada caída tirando la muleta (aplausos y saludos). Manolo Sánchez: bajonazo (aplausos y saludos); pinchazo hondo y dos descabellos (palmas).Plaza de Talavera, 22 de septiembre. Primera de feria. Dos tercios de entrada.

Rojas / Ortega, Rincón, Sánchez

Cinco toros de Cunhal Patricio, terciados e inválidos; 5o de El Torreón bien presentado, flojo, mansote.Joselito: media atravesada baja y rueda de peones (pitos); pinchazo y ruedas insistentes de peones; se le perdonó un aviso (oreja con protestas). Enrique Ponce: estocada (dos orejas); pinchazo, otro hondo caído, rueda de peones y tres descabellos (vuelta). Jesulín de Ubrique: pinchazo y estocada trasera saliendo volteado (dos orejas); media traserísima (dos orejas). Ponce y Jesulín salieron a hombros. Plaza de Talavera, 23 de septiembre. Segunda de feria. Lleno.

El toro chico, inválido y afeitado hasta los tuétanos, es lo que cabía esperar en plaza de corta feria, cual es la de Talavera, dados los tiempos que corren y cómo se las gastan los taurinos. Y esa fue la sorpresa: que hubo toros chicos, e inválidos, y afeitados, sí, pero ninguno que padeciera todos esos defectos a la vez. Y, de esta manera, la corrida transcurrió extrañísima, con sucesos añadidos que la razón no entiende. Por ejemplo, el quinto toro, que había de salir y resulta que no salió.

¿Por qué no salió el quinto toro? Esa expliación no la dio nadie. Sonó el clarín, abrieron el toril, el toro no salía, la gente se impacientaba... De repente hubo rebullir de empleados por el callejón, uno echó a correr por la puerta de cuadrillas -¿iría a hacer el paseíllo el toro?-, otro entró apresuradamente en la enfermería -¿estarían interviniendo quirúrgicamente al toro?- El público protestaba, cerraron el toril, se acercaron allá dos guardias... Y en esto que otro empleado recorrió el callejón mostrando una pizarrita donde figuraban el nombre del toro nuevo, Capea, y su ganadería: Sánchez Arjona.

El Sánchez Arjona tenía trapío pero se desplomaba, exigió el público su devolución al corral, tiró al ruedo almohadillas, mas el presidente no hizo ni caso, y compareció César Rincón con su tenacidad habitual intentando sacar pases al torucho moribundo, lo cual fue imposible pues no aceptaba ni uno. El anterior toro de César Rincón no había tenido trapío, aunque pitones sí e invalidez también, por lo que el tenaz diestro sólo consiguió sacar medios pases en el transcurso de su insistente trasteo.

Saltó a la arena el cuarto toro, un colorao de bien plantada y vareada estampa, y hubo un clamor de admiración en los tendidos: ¡Oh! ¡Un toro cornalón! ¡Y, además, astifino como la madre que lo parió! Toro de bien plantada estampa, cornalón y astifino no podía ser, en plaza de corta feria; la afición no daba crédito a sus ojos; unos tenían por seguro que estaban soñando, otros pedían un whisky (mejor dos, por favor), y los más ateos empezaban a cree en toda la corte celestial. Mas no pudo ser, en efecto: el cornalón se caí, con sólo mirarlo, y en una de estas se derrumbó, sentadito se quedó, y lo devolvieron al corral.

El sobrero exhibía trapío -nadie malicie lo contrario- y por estas que no se caía. Y pues además sacó nobleza, Ortega Cano le hizo una larga faena de altos vuelos y etéreos ringorrangos. Sin embargo cuando toreó de verdad Ortega Cano fue en el primero que, aun siendo chiquitín y pastueño, soportó enterizo dos puyazos. Lo toreó cargando la suerte, con templanza exquisita y en perfecta ligazón. Los naturales que dio -la muletilla planchá, barriendo suavemente la arena- fueron de antología. Ahora mismo no hay en las partes altas del escalafón nadie que toree con semejante autenticidad ni con tanto gusto.

Manolo Sánchez lo intentó, pero con toros de media arrancada era impensable. Y ya que no pudo instrumentar el toreo fundamental, al tercero le echó las rodillas en tierra, al sexto lo recibió por largas cambiadas, y así dejó constancia de su valerosa entrega. Lo cual también es muy dificIl de ver en los tiempos que corren, sobre todo en plazas de cortas ferias.

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