Crítica:

Bill T. Jones o la danza en los tiempos del sida

El bailarín resenta en Edimburgo cinco coreografías que reflejan la realidad cotidiana

ENVIADO ESPECIAL Con una larguísima ovación del público puesto en pie concluyó el domingo por la noche la presentación en Edimburgo del último espectáculo de la Bill T. Jones / Arnie Zane Dance Company. El entusiasmo, sin duda merecido, no podía dejar de sorprender al espectador español, acostumbrado a que en su país la danza sea un arte marginal cuyos representantes malviven ante la indiferencia general.Aunque el bailarín y coreógrafo Arnie Zane murió de sida en 1988, su nombre sigue presente en todos los espectáculos que su socio Bill T. Jones ofrece por el mundo. Jones estuvo tentado de dis...

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ENVIADO ESPECIAL Con una larguísima ovación del público puesto en pie concluyó el domingo por la noche la presentación en Edimburgo del último espectáculo de la Bill T. Jones / Arnie Zane Dance Company. El entusiasmo, sin duda merecido, no podía dejar de sorprender al espectador español, acostumbrado a que en su país la danza sea un arte marginal cuyos representantes malviven ante la indiferencia general.Aunque el bailarín y coreógrafo Arnie Zane murió de sida en 1988, su nombre sigue presente en todos los espectáculos que su socio Bill T. Jones ofrece por el mundo. Jones estuvo tentado de disolver el grupo, pero decidió mantenerlo unido en homenaje a su amigo difunto, llegando a considerar a la compañía, según sus propias palabras, como "el hijo que nunca tuvimos".

Bill T. Jones (Florida, 1951) practica lo que podríamos definir como danza social, si tal cosa es posible.

Sus coreografías no pretenden situar el baile en una torre de marfil para disfrute de los iniciados, sino que intentan imbricarse en la realidad cotidiana y tratar los temas que están en el aire y que preocupan a su creador. A veces, Jones cae en un cierto esquematismo panfletario-conceptual ligeramente burdo, (como en el caso del monólogo de su pieza en solitario Night on earth), pero por lo general consigue un balance excelente entre lo que quiere decir y el medio que ha elegido para hacerlo; medio que, como cualquier otra área creativa, tiene sus reglas.

En cualquier caso, Jones no practica una danza para enterados, sino que pone su cuerpo al servicio de un espectáculo que puede ser comprendido y disfrutado por cualquiera que esté dispuesto a hacer el esfuerzo de dejarse involucrar en una forma de arte inevitablemente abstracta.

Jones ha presentado en Edimburgo cinco coreografías, cuatro propias y una surgida de la imaginación de su ayudante Sean Curran. Speeding and tantrum, la pieza del señor Curran, es, probablemente, la más extraña e inquietante del programa. Centrada en las angustias del profesional del baile, consiste en un solo, con música de Michael Nyman, en el que Sean Curran, vestido de mujer y exagerando los gestos típicos de una loca emplumada, intenta bailar bajo un foco que le elude deliberadamente. Al cabo de un rato, se desnuda y sigue bailando, dando muestras de una torpeza considerable. Finalmente, víctima de un ataque de histeria ante lo mal que le salen las cosas, se echa a llorar y tienen que salir todos sus compañeros a consolarle mientras cae el telón y las risas del espectador se cortan de cuajo.

,Esta pequeña y turbadora pieza vino después de Cséte, una broma sobre los bailes cortesanos de antaño con una interesante partitura de Righ Goodheart y Paul Lansky, que recordaba a la manera de hacer de Philip Glass.

Soon, pieza sobre las alegrías e infortunios del amor para dos bailarines, con canciones de Kurt Weill y Bessie Smith, precedió a la coreografía que cerró la primera parte del espectáculo, la ya citada Last night on earth. En la segunda parte la compañía ofreció el montaje D-Man in the water, homenaje del señor Jones a uno de sus bailarines, Demian Acquavella, muerto de sida en 1990.

Así explicaba Jones el origen de la pieza: "Tuve un sueño en el que Demian, Amie y mucha otra gente estaban en el agua. Algunos nadaban vigorosamente, otros ya se habían ahogado, al guien salvaba a un compañero, algunos sufrían y otros se lo pasaban muy bien. De ahí viene la imagen del título. En un sueño, si ves una manera de sobrevivir te llenas de alegría". D-Man in the water se muestra, pues, como una metáfora sobre el sida y la necesidad de seguir buscando la felicidad a pesar de los riesgos que ello conlleve. La música, interpretada en directo por el octeto de cuerda de la Scottish Chamber Orchestra, es una pieza de Mendelsohn escrita a los 16 años. Con D-Man in the water terminaron dos horas de música y danza con las que Bill T. Jones demostró que, parodiando el famoso refrán, quien baila su mal espanta. Y que su compañía es, probablemente, una de las mejores respuestas del mundo de la danza a la amenaza del sida.

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