La gran música europea renace en verano

Los festivales de Bregenz y Salzburgo compiten en las superproducciones de ópera

Los grandes festivales de verano de Bregenz y Salzburgo ya están en marcha. Una superproducción al aire libre, con carácter tan político como gigante del drama bíblico Nabucco, de Giussepe Verdi, a pesar del mal tiempo de días anteriores pudo estrenarse ayer, en la segunda noche del Festival de Música de Bregenz, tras la inauguración el martes con Fedora. Por su parte, Salzburgo comienza el próximo sábado con 45.000 entradas vendidas, que significan unos ingresos de 2.700 millones de pesetas. En el programa, que se desarrollará hasta finales de agosto, hay algunos títulos agotados.

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Los grandes festivales de verano de Bregenz y Salzburgo ya están en marcha. Una superproducción al aire libre, con carácter tan político como gigante del drama bíblico Nabucco, de Giussepe Verdi, a pesar del mal tiempo de días anteriores pudo estrenarse ayer, en la segunda noche del Festival de Música de Bregenz, tras la inauguración el martes con Fedora. Por su parte, Salzburgo comienza el próximo sábado con 45.000 entradas vendidas, que significan unos ingresos de 2.700 millones de pesetas. En el programa, que se desarrollará hasta finales de agosto, hay algunos títulos agotados.

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En la 48ª temporada del festival de Bregenz, la capital de la provincia austríaca de Vorarelberg, que nació modestamente al término de la II Guerra Mundial, la técnica escenográfica se extiende a los límites de lo imaginable. Nabucco se realiza sobre el Bodensee, el lago de esa región de los Alpes, el mejor escenario natural de Austria, conservándose así los elementos mágicos del teatro antiguo: el agua, la luna, las estrellas y las montañas. Como si fueran hojas de papel, se levantan y descienden las altísimas y pesadas murallas del escenario durante los cuatro actos de la obra.El estreno de Nabucco, cuya producción costó 100 millones de chelines austríacos, está destinado a ser un éxito, y las 26 funciones de esta temporada están vendidas. Los organizadores esperan que alrededor de 300.000 personas asistirán a esta versión de Nabucco en dos años.

La ópera de la libertad de Verdi, en la que los judíos son deportados de Babilonia, tiene en la producción de este año despiadadas críticas a tragedias contemporáneas y modernas, como el holocausto y la llamada "limpieza étnica" en la antigua Yugoslavia. "Los reyes de Babilonia están entre nosotros, sólo que tienen otro nombre", dijo el director de la ópera, el británico David Poutney. El escenario, negro y de oro, de antorchas e ídolos peligrosos, en el Jerusalén místico del Muro de las Lamentaciones. El muro de Jerusalén y el de Babilonia tienen 16 metros de largo y 21 de ancho, y juntos pesan 300 toneladas. En 15 segundos cambia este escenario sin cortinas de la arquitectura judía al reino de Nabucodonosor, como si se tratara de un filme.

La construcción sobre el escenario fue especialmente diseñada para resistir hasta vientos de 80 kilómetros por hora. Los organizadores tiemblan por los frecuentes cambios climáticos en la región después de que se vieron obligados a suspender el ensayo general por fuertes lluvias.

Como Sadam Husein

La dramática puesta en escena comienza con una avalancha de niños vestidos de negro, con rostros, pálidos y rizos oscuros, que salen por las galerías del público y bajan al lago, donde los esperan unos barcos fantasmagóricos para deportarlos. En el Muro de las Lamentaciones de Jerusalén cuelgan, suspendidos a 25 metros de altura, decenas de hombres vestidos según la tradición judía, con kaftanes de seda y sombreros negros.Mientras escalan el muro rezando a Jehová o se sientan en el interior de pequeños nichos incorporados al muro, son empujados hacia el suelo y luego aplastados. Desaparece Jerusalén y comienza el drama en el reino de Babilonia con el tirano, caracterizado en esta producción como Sadam Husein, el dictador de Irak, cuyo territorio equivale aproximadamente a lo que fue Babilonia.

El escenógrafo Stefanos Lazaridis hizo reconstruir el palacio del rey e ideó una celda voladora para Nabucco, que cuelga a 25 metros de altura en los brazos de una enorme grúa. Potitney asegura que la grúa "no es un instrumento de tortura para los cantantes", pero simboliza la técnica "corno arma de doble filo y brazo del poder". Valerie Alexeiev y Giancarlo Pasquetto, que representan alternativamente a Nabucco esta temporada, tuvieron que superar serios problemas de vértigo causados por el canto en las alturas.

A pesar del ruido del viento y las olas del lago, un complejo sistema de micrófonos y altavoces hace llegar hasta el punto más lejano de la tribuna, en todo su dramatismo, a la Orquesta Sinfónica de Viena, bajo la dirección de Ulf Schirmer. Más de cien cantantes forman el coro de los prisioneros, que cantan con nostalgia por la patria y la libertad, entonando una de las melodías más conocidas y legendarias de Nabucco. Detrás de una reja alambrada y mirando al vacío esperan la muerte cientos de mujeres, niños y hombres, y la conmovedora escena se relaciona de inmediato con la barbarie de Bosnia-Herzegovina.

El director del Festival de Bregenz, Alfred Wopmann, asegura que es tiempo de "expresar las posturas claramente. El terror de la guerra tan cerca de nosotros y el odio a los extranjeros en nuestro propio país".

[Para la inauguración del festival de Bregenz se eligió la ópera Fedora, del italiano Umberto Giordano (1867-1948). La soprano Mara Zampieri y el tenor Sergei Larin, al frente del reparto, cosecharon los primeros aplausos, en una producción elogiada por el público y la crítica, que se extendió al director de la ópera, Jonathan Miller, y a la Orquesta Sinfónica de Viena, según Efe. Hubo discrepancias entre los asistentes por la labor del director de orquesta, Fabio Luisi, y del director de la escenografía, Tobias Hoheisl, quien diseñó unos escenarios dominados por la frialdad.

El libreto se basa en el drama Fedora escrito en 1882 por Victorien Sardou, representado con gran autoridad por la actriz Sarah Bernhardt. En este montaje de la ópera, Mara Zampieri y Sergei Larin interpretaron de forma emotiva la historia de amor dramática entre la impulsiva princesa Fedora y el conde Ipanof, que se desarrolla en la Rusia zarista y en la que tiene gran importancia la violencia, la policía secreta, la emigración a París, el asesinato y los celos.

Por otra parte, el director del festival de Salzburgo, Gérard Mortier, acusó ayer de "terrorismo" al director musical del Festival de Pascua, Claudio Abbado, por su insistencia en montar la ópera Electra, en competencia con la producción anunciada antes por el propio Mortier. Mortier declaró al semanario austriaco News que se reserva para el próximo lunes en conferencia de prensa algunos comentarios sobre el proceder de Abbado, pero señala que no acepta "ese tipo de terrorismo".

El anuncio de los planes de Abbado de producir para el Festival de Pascua de 1995 la ópera de Richard Strauss en montaje de Giorgio Strehler, cayó como una bomba en la oficina de Mortier, quien había anunciado con anterioridad el montaje del mismo título para el verano de ese mismo año. Mortier publicó un comunicado en el que acusaba a Abbado de no haberle comunicado sus intenciones pese a su compromiso de colaboración de ambos festivales.]

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