Ucrania vive su peor crisis desde la independencia

Ucrania vive la peor crisis social desde su independencia, en agosto de 1991. Las huelgas que comenzaron la semana pasada en la cuenca carbonífera de Donbás, en la parte oriental del país, se han ido extendiendo a las grandes ciudades industriales como Járkov y Dnepropetrovsk. La protesta puede paralizar a Ucrania si el Parlamento, que se reúne hoy en sesión de urgencia, no satisface a los huelguistas, cuyas demandas son políticas y económicas.

La reciente subida de los precios ha sido brutal. ''Mi sueldo no basta para comprar un kilo de carne", exclama con tristeza una clienta frustrad...

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Ucrania vive la peor crisis social desde su independencia, en agosto de 1991. Las huelgas que comenzaron la semana pasada en la cuenca carbonífera de Donbás, en la parte oriental del país, se han ido extendiendo a las grandes ciudades industriales como Járkov y Dnepropetrovsk. La protesta puede paralizar a Ucrania si el Parlamento, que se reúne hoy en sesión de urgencia, no satisface a los huelguistas, cuyas demandas son políticas y económicas.

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La reciente subida de los precios ha sido brutal. ''Mi sueldo no basta para comprar un kilo de carne", exclama con tristeza una clienta frustrada en el mercado de la Besarabia, de Kiev. Un kilo de ternera cuesta aquí 8.000 cupones (unas 250 pesetas), y el sueldo mínimo es de 6.900, cantidad que en este mercado da para elegir entre algo más de dos kilos de fresas o tres rosas.Los ucranios sufren hoy penurias conocidas por sus vecinos rusos. Sin embargo, sus males coinciden sólo en parte, porque aquí la reforma económica, está en fase embrionaria. Las tímidas medidas emprendidas coexisten con la reproducción, a escala local, del sistema administrativo y centralizado cuyos hilos convergían antes en Moscú. El resultado es un Estado amorfo, estancado y sin perspectivas. "Me gusta la política de Borís Yeltsin, que hace concesiones tácticas, pero se mueve en la dirección correcta", declara el ministro de Medio Ambiente ucranio, Yuri Kostenko.

El Gobierno no ha planteado aún en serio ni la privatización, ni la reestructuración de la industria estatal, muy ligada a la industria rusa (el 80% del sector de construcción de maquinaria, por ejemplo, no tiene ciclo completo en Ucrania). El Estado ha dado marcha atrás en la liberalización del comercio, ha creado empresas monopolistas para la exportación de los recursos estratégicos y ha extendido las licencias de exportación a casi 400 productos.

En provincias, los dirigentes de las haciendas colectivas se oponen a la privatización de la tierra. Los granjeros, que son 26.000, proporcionaron el 5% de la producción agrícola en 1992. Las condiciones de trabajo son tan duras que 400 granjeros se dieron de baja el año pasado, afirma Serguéi Doroguntsov, miembro de la Mesa del Parlamento y presidente del Consejo de Estudio de las Fuerzas Productivas. Los continuos cambios de las normas legales y los impuestos que aparecen por sorpresa quebrantan la confianza del inversor extranjero.

¿Qué impide a los dirigentes ucranios iniciar una reforma radical? Los analistas dan distintas explicaciones. Algunos atribuyen al presidente un miedo a las decisiones radicales, que Leonid Kravchuk habría superado tan sólo recientemente. Otros apuntan a las tensiones entre el sector reformista del Gobierno y el entorno presidencial, cobijo de antiguos apparátchiki comunistas.

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Tensiones institucionales

Todos coinciden en que Ucrania carece de una estructura de poder fuerte, capaz de imponer decisiones dolorosas. Como en Rusia, aunque con menos brutalidad, hay tensiones entre el Parlamento y el presidente. En mayo, Kravchuk vio rechazados sus intentos de tensar las riendas del poder y hacerse cargo directamente del Gobierno, que desde octubre preside Leonid Kuchma, antiguo responsable de una gigantesca fábrica de misiles.El Parlamento tampoco ha aceptado la dimisión de Kuchma, cuyas intenciones reformistas se atascaron en las pantanosas aguas de la Administración. Como en Rusia, el presidente no puede disolver el Parlamento, que surgió en 1990, cuando Ucrania era una república soviética.

El detonante de la crisis ha llegado desde Rusia en forma de subida de los precios de petróleo y gas, por una parte, y recorte de los suministros, por otra. "Paradójicamente, nuestra independencia ha puesto de manifiesto nuestra dependencia", dice un funcionario. Ucrania, que no se autoabastece de petróleo ni gas, confía en los suministros rusos, que actualmente se prevén en 20 millones de toneladas de petróleo anuales y sólo cubren la mitad de las necesidades. La construcción de infraestructura para importar combustible de otros países, como Irán, requiere tiempo y debe tener en cuenta la inestabilidad de las zonas de tránsito, como el Cáucaso.

La importación a precios mundiales requiere unas divisas de las que carece Ucrania, cuyos exportadores prefieren dejar sus dólares en cuentas occidentales e incluso en Moscú.

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