La pintura española de fin de siglo se expone en la Fundación Central Hispano de Madrid

Bajo el título Del romanticismo al novecentismo. Cien años de pintura española en la colección Banco Central Hispano, se abre hoy al público una exposición centrada en la pintura de fin de siglo en la sede de la Fundación Central Hispano de Madrid (Marqués de Villamagna, 3.) La muestra permanecerá abierta hasta el 30 de abril.Con 72 obras, seleccionadas de entre sus fondos, que suman los muy ricos del Banco Urquijo más los del Hispano y Central, este conjunto de pinturas españolas del XIX, en su mayor parte presentadas por primera vez ante el público aficionado madrileño, se inscribe en...

Bajo el título Del romanticismo al novecentismo. Cien años de pintura española en la colección Banco Central Hispano, se abre hoy al público una exposición centrada en la pintura de fin de siglo en la sede de la Fundación Central Hispano de Madrid (Marqués de Villamagna, 3.) La muestra permanecerá abierta hasta el 30 de abril.Con 72 obras, seleccionadas de entre sus fondos, que suman los muy ricos del Banco Urquijo más los del Hispano y Central, este conjunto de pinturas españolas del XIX, en su mayor parte presentadas por primera vez ante el público aficionado madrileño, se inscribe en esa tendencia de los últimos tiempos que reivindica el valor de cierto arte decimonónico parcialmente ignorado o preterido fuera del círculo de los especialistas. En este sentido, vaya por delante el reconocimiento por argumentar con sentido actual una muestra de esta naturaleza, así como por el hecho de que una entidad financiera exhiba una colección propia, legítima causa de orgullo, sobre todo si decide continuarla en el futuro, de lo que está necesitadísimo nuestro país.

Centrándonos en el examen de lo contenido en esta exposición, hay que señalar que se basa fundamentalmente en una selección de lo que se suele llamar pintura de fin de siglo, ésa que aproximadamente tiene lugar entre 1880 y 1920, pero que representa también un gusto peculiar además de unos límites cronológicos, un gusto ecléctico que no estuvo contra la vanguardia, pero que tampoco la adoptó. Por eso, aunque no se puede afirmar que el título de la convocatoria engañe acerca de lo contenido en la muestra -hay románticos, como las cuatro obras de Rigalt, Pérez Villamil y de Esquivel, así como, por el otro extremo, hay un par de cosas de Sunyer y Arteta-, el 90% se corresponde con el espíritu y la letra del finisecular.

Hecha esta advertencia, se puede afirmar, incluso antes de haber podido hacer la correspondiente visita, gracias a la siempre relación nominal de los pintores presentes, que se trata de una exposición muy prometedora, pues ha de serlo la que contiene obras de Rusifiol, Mir, Casas, Nonell, Pinazo, Sorolla, Regoyos, Plá, Iturrino, Anglada Camarasa, etcétera. Luego, naturalmente, se comprueba que no todos ellos están representados a la misma altura, pero que sí lo están, y de forma muy sobresaliente, Mir, Sorolla y Pinazo, lo que, como forzosamente ha de saber el conocedor de nuestra pintura, no es algo que se pueda desdeñar.

Sea por la importancia de los autores en cuestión, por el valor cuantitativo o cualitativo de la obra escogida de cada uno de ellos y hasta por la singularidad de alguna pieza en sí, esta muestra no sólo no es en absoluto desdeñable, sino que hace pasar un excelente rato al visitante.

No quisiera terminar sin hacer un comentario inspirado por el ejemplo estimulante que da esta colección de la Fundación Central Hispano: que debe continuar con adquisiciones que, rellenando sus huecos actuales -Zuloaga, Romero de Torres, Hermoso, algún buen lienzo de Anglada, Beruete, etcétera-, complete su valor. Ya sé que la colección de un banco no es igual que la de un museo, pero nuestro país necesita imperiosamente de estas acciones complementarias que lejos de constituir ningún sacrificio dilapidatorio, acrecientan el patrimonio de la entidad.