Reportaje:

'As time goes by'

Los amigos de Juan Marsé celebran los 60 años del novelista

Juan Marsé cumplía el viernes pasado 60 años. Su agente literaria, Carmen Balcells, le había invitado a cenar, pero a media tarde el escritor, enfrascado en los últimos tramos de una nueva novela y acosado por los recuerdos de pérdidas recientes -Montserrat Roig, Hortelano, Barral, Benet, Gil de Biedma, que murió otro 8 de enero de hace tres años- no se sintió con ganas de acudir a celebración alguna. Pero resistió la tentación de quedarse en casa y acudió con su vieja chaqueta de pana y una camisa prestada al lugar de la cita, en la oficina de Balcells en Barcelona.En la puerta, una foto suya...

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Juan Marsé cumplía el viernes pasado 60 años. Su agente literaria, Carmen Balcells, le había invitado a cenar, pero a media tarde el escritor, enfrascado en los últimos tramos de una nueva novela y acosado por los recuerdos de pérdidas recientes -Montserrat Roig, Hortelano, Barral, Benet, Gil de Biedma, que murió otro 8 de enero de hace tres años- no se sintió con ganas de acudir a celebración alguna. Pero resistió la tentación de quedarse en casa y acudió con su vieja chaqueta de pana y una camisa prestada al lugar de la cita, en la oficina de Balcells en Barcelona.En la puerta, una foto suya presagiaba el tumulto: dentro, más de un centenar de amigos de todas partes saludó su entrada coreando As time goes by (El tiempo pasa), la melodía de Casablanca que Marsé siIba cuando escribe. Al principio, el timidísimo autor de Últimas tardes con Teresa hizo ademán de marcharse, como quien se equivoca de domicilio. Pero se sumó enseguida al jolgorio. Celebrándole estaba la gente más variada y de los más diversos lugares: desde los pescadores de Calafell con los que juega en la playa, al farmacéutico ilustrado de Zaragoza que le presta sus camisas preferidas. Fue un cumpleaños feliz.

Juan Marsé se encontró con su vecina Ivonne Barral y con viejos colegas de los tiempos heróicos de Por Favor, como Jaume Perich y Manuel Vázquez Montalbán, con quienes rivalizó de madrugada acerca de los recuerdos más nítidos de los culos de las compañeras con las que hicieron aquella revista de humor.

Terenci Moix, venido para la ocasión desde su retiro de Madrid, le decía a Marsé que aquello era como la reválida de la gauche divine y Félix de Azúa y Ana María Moix le llevaban el mensaje de los herederos de su generación, mientras Carmen Riera seguía tomando notas para su interminable saga de los escritores de los años 50. Joan de Segarra decía que había visto a Marsé tan contento como en la noche del Planeta.

No hubo nostalgias o al menos éstas sólo estuvieron en la música. Carmen Balcells había contratado, gracias a las páginas amarillas, una orquestina que no se cansó de repetir As time goes by y de llamar al novelista Joan Balcells. El Marsé de verdad bailaba alternativamente con Beatriz de Moura y Carmen Balcells, convencido toda la noche de que ésta en realidad había organizado el tumulto para dar a conocer a un cantante de ópera amigo suyo, el joven Antonio Comas que cantó el brindis de la Traviata. "Tiene que ser así porque si no, no me explico cómo se organiza tanto jaleo porque un gilipollas como yo cumpla 60 años".

Se tuvo que dar por vencido y debió apagar la vela con aliento de whisky viejo mientras Marlo Lacruz le cantaba en inglés la vieja canción de Casablanca y un coro le tarareaba lo obvio: "Porque es un escritor excelente, porque es un escritor excelente, porque es un escritor excelente, y siempre lo será''.

Fue inevitable que se hablara de la edad. "La edad es la inútil sabiduría", decía Ana María Matute. "Es una ilusión catastrófica", añadía Jordi Herralde. "Es una desgracia porque acabo de cumplir 40", confesaba Jesús Ferrero. "La edad es tener 38 años", decía Manuel Vázquez Montalbán. "No: la edad es tener 25", terciaba Marsé. "Es la aleirría de tenerla", sentenciaba Carmen Balcells, la señora de la casa.

Edad fronteriza

Eduardo Mendoza recibía las bromas de Vázquez Montalbán sobre su edad fronteriza, tan fronteriza como la de Luis Goytisolo, que habia acudido a cumplimentar a su hermano mayor, y éste, Juan Marsé, recorría sin abrirlos los innumerables regalos que le llevaron sus amigos, desde un libro antiguo que le llevó Ángel Sánchez Harguindey hasta los floreros más insólitos, cuadernos para las primeras letras, un caballo o un gorro para la ducha envolviendo una gramática, castellana de Antonio de Nebrija.A última hora de la noche, cerca de las cuatro de la madrugada, Vázquez Montalbán le pidió a Marsé que dijera por enésima vez aquella frase que Hortelano y él escribían siempre en los guiones de cine. Ladeándose como si escribiera en el aire, Marsé lo puso así en un papel: "Mientras el Chico Lionel tocaba el plano se hacía más evidente la ausencia de Scott Fitzgerald". Hizo luego un chasquido con los dedos y añadió esta precisión: "Hortelano creo que escribía nostalgia en vez de ausencia".

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