La crisis económica de la alta costura francesa estimula el ingenio de sus grandes creadores

El prestigioso modista Jean-Louis Scherrer, despedido de la firma que lleva su nombre

Días de rosas y espinas en el mundo de la alta costura parisiense. Rosas para Pierre Cardin, que ayer se convirtió en el primer modista que ingresa en el restringido círculo de la Academia de Bellas Artes. Una institución que, según dice Cardin sin la menor modestia, se "prestigiará" con su incorporación. Espinas para su colega Jean-Louis Scherrer, que el día anterior fue despedido de la casa que lleva su nombre. Dos hechos que confirman que las crisis son excelentes desde el punto de vista de la creatividad y mortales desde el económico.

Lo ocurrido en la casa Scherrer no tiene otro no...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Días de rosas y espinas en el mundo de la alta costura parisiense. Rosas para Pierre Cardin, que ayer se convirtió en el primer modista que ingresa en el restringido círculo de la Academia de Bellas Artes. Una institución que, según dice Cardin sin la menor modestia, se "prestigiará" con su incorporación. Espinas para su colega Jean-Louis Scherrer, que el día anterior fue despedido de la casa que lleva su nombre. Dos hechos que confirman que las crisis son excelentes desde el punto de vista de la creatividad y mortales desde el económico.

Más información

Lo ocurrido en la casa Scherrer no tiene otro nombre que el empleado ayer por Liberation: parricidio. ¿Qué otro término puede aplicarse al hecho de que la empresa Jean-Louis Scherrer envíe el finiquito a Jean-Louis Scherrer? Un parricidio cometido a sangre fría por los japoneses, actuales accionistas mayoritarios de la casa.Con el atónito Scherrer toman el camino de las colas del paro otros 70 trabajadores de la casa, la mitad del personal. ¿Motivo? Las "pérdidas insoportables" registradas por la empresa en los últimos tiempos; unas pérdidas que este año pueden alcanzar la cifra de 40 millones de francos (unos 840 millones de pesetas), para un volumen de negocios de alrededor de 140 millones de francos.

La casa Scherrer fue fundada por Jean-Louis Scherrer en 1971 y desde entonces se ha caracterizado por un estilo burgués y conservador. Su estrella comenzó a torcerse en 1990, cuando una crónica falta de liquidez obligó a Scherrer a vender la mayoría de

las acciones a la sociedad llona, compuesta en sus dos terceras partes por el grupo japonés Sebu y en un tercio por Hermés. El fundador se reservó un 10% del capital y la responsabilidad en materia de creación.

Pero el plan de salvación puesto en marcha por los japoneses no parece haber funcionado. Francia vive desde hace más de dos años bajo el peso del clima pagar los platos rotos del pesimismo de los franceses. En el caso de Scherrer, los últimos beneficios se remontan a 1989.

El pasado martes, Scherrer recibió una carta de despido firmada por los nuevos accionistas de su empresa. Erik Mortensen, formado en Balmain, fue nombrado nuevo director artístico de la casa. Al mismo tiempo fueron puestos en la calle otros 70 empleados, y los japoneses anunciaron que se dan un año para restablecer el equilibrio presupuestario.

Si los tiempos son malos para la moda parisiense desde el punto de vista de los libros de cuentas -la firma Givenchy acaba de anunciar también el despido de una treintena de trabajadores-, no lo son desde el punto de vista de la creatividad. Las últimas presentaciones de alta costura y prêt-à-porter se han caracterizado por un decidido portazo al frívolo y aburrido conformismo de los años ochenta y por toda una apuesta a favor de la juventud, la aventura y la protesta.

Esas presentaciones han confirmado que los creadores británicos, italianos y japoneses se instalan en masa en París, ciudad que es más que nunca la capital mundial del vestir y que revalidará ese título tras la apertura, dentro de un año, del gigantesco espacio consagrado en el Louvre al universo de la moda.

Entretanto, Cardin se convirtió ayer en el primer modista miembro de la Academia de Bellas Artes. Creador, hombre de negocios y mecenas, Cardin, de 70 años de edad y la novena fortuna personal de Europa, había confeccionado personalmente el uniforme verde de académico con el que entró en el exclusivo universo del Qua¡ Conti. Cardin declaró: "Entro en la Academia para aportarle el prestigio mundial que merece; mi nombre le será muy útil a esta institución".

El flamante académico dio la siguiente receta para navegar en la crisis: "Hay que democratizar el lujo, bajar los precios, tocar a una clientela cada vez más popular".

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Archivado En