Crítica:

El temple de la pintura

Santiago Serrano (Villacañas, Toledo, 1942), se dio a conocer en la década de los setenta, cuando la vanguardia, ya casi exánime, todavía se atrevía a imponer severos controles analíticos y minimalistas a los reunentes devotos de pincel. Santiago Serrano era uno de ellos, pero no se sumó a la correspondiente sucursal española, y cuando inicada la eufórica y promocional década de los ochenta, se vio integrado en la ingenuamente pomposa muestra colectiva de Madrid D.F., lo aceptó con naturalidad, sin que estos vértigos medioambientales modificasen su línea de trabajo.Y así ha segui...

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Santiago Serrano (Villacañas, Toledo, 1942), se dio a conocer en la década de los setenta, cuando la vanguardia, ya casi exánime, todavía se atrevía a imponer severos controles analíticos y minimalistas a los reunentes devotos de pincel. Santiago Serrano era uno de ellos, pero no se sumó a la correspondiente sucursal española, y cuando inicada la eufórica y promocional década de los ochenta, se vio integrado en la ingenuamente pomposa muestra colectiva de Madrid D.F., lo aceptó con naturalidad, sin que estos vértigos medioambientales modificasen su línea de trabajo.Y así ha seguido hasta elmomento actual, en el que nos presenta una serie de cuadrod y dibujos todos ellos fechados en 1992. La concentración y el ensimismamiento pictóricos sustituyen las sorpresas explosivas por la decantación; esto es: nada apenas cambia en la superficie, pero se apura la reflexión y se reina el efecto; no se cambia sino que se ahonda.

Santiago Serrano

Galería Soledad Lorenzo Orfila, 5. Madrid. Del 26 de noviembre al 30 de diciembre de 1992.

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Casi toda la muestra actual gira en torno a una serie de cuadros que Serrano titula expresivamente Pan de cal, que ya técnicamente es una especie de pintura al temple, donde la mayor luminosidad se logra a base de sacrificar la brillantez y variedad cromáticas y el timbre tonal. Estas limitaciones respecto a los socorridos y espectaculares efectos naturalistas, son los que mejor se acomodan al tipo de sensibilidad y estética de Serrano, así como a una solidísima competencia técnica. En este sentido, una vez más, la gama dominante es el gris, la más difícil y compleja porque, conteniéndolo todo, obliga al pintor a discurrir sobre el alambre delmatiz más quintaesenciado; algo así como convertir el cuadro en un sutil parpadeo luminoso.

Por si fuera poco, esta exigente destilación virtuosística de la luz que ha de irradiar desde el fondo mismo del lienzo, como atravesando filtros, no es aplicada por Serrano mediante una fórmula, sino que está animada por un espíritu de contradicción: simplificación máxima del esquema compositivo y complejidad extrema en la manera, al fin exquisitivamente lírica, de la reverberación luminosa. Esto se explica que en él se rpoduzca lo que ocurre con los pintores físicamente más enjundiosos: que nada dicen al que echa un rápido vistazo, pero que, sin embargo, llevan hasta el borde de la alucinación emocional al contemplador sensible y sosegado.

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