Tribuna:

Actuaciones ante la cámara

Su nombre no aparece en el índice de uno de los tratados más importantes que en los últimos años (1986) se han escrito sobre la historia de la fotografía, pese a llevar cuando se redactó casi una veintena de años en el oficio del retrato y ser sin duda referente obligado para todo especialista. El texto en cuestión es La historia de la fotografía, de Jean Claude Lemagny y André Rouillé, una especie de biblia donde figuran los profetas mayores y menores del medio.Ello pese a que Annie Leibovitz, con sus vicios y virtudes, traza la frontera entre las formas contemporáneas del retrato euro...

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Su nombre no aparece en el índice de uno de los tratados más importantes que en los últimos años (1986) se han escrito sobre la historia de la fotografía, pese a llevar cuando se redactó casi una veintena de años en el oficio del retrato y ser sin duda referente obligado para todo especialista. El texto en cuestión es La historia de la fotografía, de Jean Claude Lemagny y André Rouillé, una especie de biblia donde figuran los profetas mayores y menores del medio.Ello pese a que Annie Leibovitz, con sus vicios y virtudes, traza la frontera entre las formas contemporáneas del retrato europeo y el americano. Su método de trabajo bien podría ser el reflejo de una estética de magazine que convierte en estatuas planas a todo aquel que se sitúa ante el objetivo. Quien destaque en alguna actividad en los medios culturales de la sociedad americana obligatoriamente recibirá el honor o reconocimiento de ser retratado por Annie Leibovitz. Y ello con una tarifa que oscila entre los 5.000 y 10.000 dólares por sesión (entre 500.000 y un millón de pesetas). Fotógrafa que abandonó a finales de los setenta las instantáneas de calle; influida entonces por Cartier-Bresson y las atmósferas de Robert Frank, para subrogarse con su cámara en el status de quienes retrataba acumulando con ellos un patrimonio de popularidad que la ha hecho actualmente una de las divas de la cámara.

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Desde la foto de John Lennon desnudo sobre una moqueta abrazando a Yoko, tomada un día antes de su asesinato (diciembre de 1980), hasta el magritiano retrato de David Lynch junto a Isabella Rosellini, su producción recopilada en esta muestra Podría sintetizar todo el universo de publicaciones que toman como referente a. Rolling Stone, Vanity Fair o. Interview, de las que Annie ha sido la niña mimada.

Aparte de su cualificación, Annie Leibovitz es consciente de que el status de un fotógrafo a la larga se corresponde con el de quienes retrata. Su retrospectiva inaugurada en la National Portrait Gallery de Washington hace ahora un año y más tarde en el Palacio de Tokio (mayo 1992, París) es la evidencia de una especie de hoguera de vanidades donde los mitos se han dado codazos por posar -y a veces hacer el payaso-, desde Mick Jagger en bata con una servilleta sobre la cabeza hasta su esposa Bianca, elegantemente vestida de blanco sobre una pista de aterrizaje, pasando por David Bowie, Václav Havel, Clint Eastwood, B. Springsteen, entre otros muchos.

Cuando uno, cámara en mano, no se cree Velázquez ni Goya y tampoco cae en la tentación de explicar literariamente sus imágenes limitándose a apretar el disparador y olvidando filosóficos- pies de foto, posiblemente tropiece con la fórmula mágica que ha utilizado esta arquetípica fotógrafa de magazine que ha desplazado a un segundo plano a los más adorados retratistas: Richard Avedon, Herb Rits, Norman Parkinson o Irving Penn.

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