Crítica:DANZA

Las plumas de Freud

Impulsado por el éxito de su Giselle (1982), Ek se atrevió con El lago (1987), y ha conseguido una obra mayor que perdurará y cuyo destino es el repertorio internacional, pero que tardará en admitirse. La aceptación de su Giselle (este año la ópera de París la incluirá en su programación) ha demorado lo suyo.Este Lago es una pieza llena de sugerencias, como una sala de espejos enfrentados, reflejando en su fantasía multitud de perspectivas de fuga. Tiene algo de arte clónico con esos seres calvos, idénticos y temblorosos, y de biografía novelada del propio Chaikovsk...

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Impulsado por el éxito de su Giselle (1982), Ek se atrevió con El lago (1987), y ha conseguido una obra mayor que perdurará y cuyo destino es el repertorio internacional, pero que tardará en admitirse. La aceptación de su Giselle (este año la ópera de París la incluirá en su programación) ha demorado lo suyo.Este Lago es una pieza llena de sugerencias, como una sala de espejos enfrentados, reflejando en su fantasía multitud de perspectivas de fuga. Tiene algo de arte clónico con esos seres calvos, idénticos y temblorosos, y de biografía novelada del propio Chaikovski, como el Cascanueces de Schauffus (Londres, 1986). La desdichada vida del músico de San Petersburgo, una especie de via crucis entre la bragueta y el piano, inspira la bisexualidad del príncipe, un antiheroe simpático.

Ballet Cullberg

El lago de los cisnes: Mats Ek / P. I. Chaikovski; diseños: Marie-Louise Ekman. Teatro de La Zarzuela, Madrid. 5 de septiembre.

Ek usa el ejercicio del arte coreográfico como su diván del psicoanalista privado, creando un galimatías donde también hay autobiografía: reina madre no hay más que una, pero aquí el príncipe se sale de madre y el cisne principal, Odette-Odille, está desmadrado. Humor no falta, y esta creación soberbia demuestra que el tutú es un arma cargada de futuro.

El mensaje de Ek es claro: conserve usted al niño que lleva dentro y de vez en cuando mire el mundo así. La crueldad de los cuentos de Perrault o de los Hermanos Grimm aparece en este Lago bajo la fórmula de relato infantil para adultos. Es un Edipo en tebeo que se ve a veces perjudicado por un ordenamiento orquestal arbitrario, pues la grabación es un cajón de desastre con orquestaciones de Arenski, fragmentos de Drigo, Pugni y otros músicos de ocasión, aunque tampoco es que importe, demasiado para los fines perseguidos.

Trascendencia del baile

En lo que se equivoca el artista sueco es al decir que la música es la responsable. de la pervivencia de El lago de los cisnes. Su propia obra existe por mor de tantas versiones anteriores en lo coreográfico, y es así que aparece subterráneamente conectada con la de Bourmeister (Teatro Stanislavski, Moscú, 1956) al hacer la danza española con cuatro hombres y una mujer; con la de Lopújov (Teatro Kirov, Leningrado, 1945) en la dramaturgia a tres bandas de la escena del cisne negro, o con la de Preobayenskaia (Londres, 1910) donde en vez de los sempiternos cuatro pequeños cisnes había sólo tres, que la versión Cullberg son también trío de tiernos patos.La agudeza del coreógrafo se manifiesta al invertir los papeles de fuerza: en el adagio del segundo acto el príncipe está en el suelo y el cisne lo levanta. Ya en Giselle practicó este giro concatenando movimientos naturalistas al despliegue de la técnica. Hay un microestilo Ek dentro de la estética Cullberg, a lo que contribuye la coherencia ya histórica con la pintora Marie-Louise Ekman, que acierta a base de grandes trazos, simples pero elocuentes. El Lago no es tan perfecto como Giselle, ni tan intenso como Bernarda, pero arrastra con sus olas serenas y emociona con su fondo transparente.

Al final gana la carne: el cisne negro, procaz y seductor, conmina al príncipe a seguirle hasta ese elemento extraño, el agua, y tal cierre dramático también hace pensar en el pasado, en aquellos Lagos ligados al tardorromanticismo donde el príncipe se ahogaba. El coreógrafo se confesó a susurros en la oreja de Freud, y mientras sus bailarines se frotaban cada tanto la entrepierna, repetía el chiste aquél: ¿Cual es el órgano del cuerpo humano que se dobla y no se rompe?. Risa que no falte.

Odette fue hecho sentidamente por Vanessa de Ligniere y el príncipe por George Elkin, que aportó su vena díscola, mientras una Ana Laguna vital apareció en el cuerpo de baile.

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