'La Traviata', a través del espejo

Una producción del director de la Linterna Mágica abre el festival de Macerata

Violetta se sumerge en un prado imposible de margaritas gigantescas o baila por los vericuetos de una araña de cristal tan brillante, luminosa y enorme que sólo un sueño la daría cabida. Y, sin embargo, Giusy Devinu, la soprano que protagoniza esta fascinante Traviata, es de carne y hueso, y canta y actúa efectivamente a la vista del espectador, como en cualquier representación de ópera. El prodigio se basa en un gran espejo montado sobre el escenario del festival de Macerata por el arquitecto y escenógrafo bohemio Josef Svoboda, fundador y director de la Linterna Mágica de Praga.

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Violetta se sumerge en un prado imposible de margaritas gigantescas o baila por los vericuetos de una araña de cristal tan brillante, luminosa y enorme que sólo un sueño la daría cabida. Y, sin embargo, Giusy Devinu, la soprano que protagoniza esta fascinante Traviata, es de carne y hueso, y canta y actúa efectivamente a la vista del espectador, como en cualquier representación de ópera. El prodigio se basa en un gran espejo montado sobre el escenario del festival de Macerata por el arquitecto y escenógrafo bohemio Josef Svoboda, fundador y director de la Linterna Mágica de Praga.

Este espejo mágico de Svoboda mide unos 20 metros de ancho por 14 metros de alto y es de una fina película sintética ligeramente esmerilada, que da una gran profundidad de reflejo y apelmaza los colores hasta lograr imágenes de pintura, próximas, en este caso concreto, a la iconografía de los prerrafaelistas. De bordes irregulares, para evitar la forma rectangular de un marco teatral tradicional, domina con una inclinación de 45 grados el escenario al aire libre de Macerata.Sobre el suelo del escenario, Sucesivos telones pintados, ordenados en capas, proporcionan los fondos básicos que se funden en el espejo con los reflejos del mobiliario y de los actores que evolucionan sobre esas telas. La representación verista del drama musical compuesto por Verdi encuentra así una réplica constante y fantástica en la superficie colorista de la pátina esmerilada.

No se trata de una doble lectura, ya que, como ocurre con frecuencia en los montajes controlados por un escenógrafo, éste de Svoboda ofrece más intuiciones brillantes que una interpretación rigurosa de los personajes y situaciones que concibió Alejandro Dumas. La dirección escénica de Henning Brockhaus se limita a servir y desarrollar el juego del espejo, que, por otra parte, integrado a su vez por espejos menores, fragmenta las imágenes y evita la paráfrasis lineal de lo que ocurre en escena.

Así, el primer cuadro adquiere un desarrollo surrealista cuando la figura decimonónica de Violetta se integra en un fondo de desnudos expresionistas de dimensiones desproporcionadas. En el segundo cuadro, el espejo se convierte en decorado convencional, Porque refleja una casa de campo, pero la dimensión surreal se mantiene en la medida en que los cantantes caminan sobre la fachada; hasta que los tramoyistas tiran de las cuerdas y descubren el campo de grandes margaritas que restituye a la acción la perspectiva correcta. El espejo revela nuevas posibilidades cuando da cuerpo a la gran araña que envuelve toda la fiesta en casa de Violetta, y luego casi se apaga para que el drama tenga su desenlace en la verdadera escena. Desde una total verticalidad, al final, refleja con luz fría los palcos, el público y la orquesta, haciendo que La Traviata muera en una escena de teatro dentro del teatro de una contundencia pocas . Veces vista.

Solidez musical

Giusy Devinu, una joven soprano de voz muy construida, con un centro pesado y oscilante que se adelgaza inverosímilmente para escalar el agudo con brillantez y sin problemas, encaja perfectamente en este montaje de gran artificio. Le dan réplica Marcello Giordani, un tenor de voz naturalmente lírica y bella, y el barítono Renato Bruson, cuya maestría es reconocida. El salzsburgués Gustav Kulin garantiza la solidez musical del espectáculo con su batuta experta y detallista.

Tras la crisis

El festival de Macerata, localidad medieval alzada sobre el Adriático, ha apostado fuerte con La Traviata firmada por Svoboda para dar un paso decisivo hacia la recuperación de la posición destacada que tuvo entre las grandes manifestaciones operísticas de verano en Italia.Bien conocido por muchos aficionados españoles durante las dos últimas décadas, ya que Monserrat Caballé fue su reina indiscutida, el festival de Macerata entró en crisis cuando rompió relaciones con la soprano catalana, en un clima de polémica. Sus organizadores han buscado luego una línea distinta de la contratación de grandes figuras, que, según dicen, les dejó el mal recuerdo de "haber llegado a pagar los mayores cachés de Europa". A esa nueva línea responde la contratación, en 1990, de Gustav Kuhn como director musical.

Una baza segura de Macerata es la buena acústica de su esferisterio, local construido en el primer cuarto de este siglo para sede de un juego de pelota, que hoy sirve al festival con más eficacia que otros marcos de estas representaciones veraniegas. En él se alternan este año La Traviata y una Sonámbula diseñada también por Josef Svoboda y cantada por Mariella Devia.

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