Versión meritoria

En el quinto festival Mozart, que Scherzo y la Fundación Cajamadrid, pasean por la capital, Alcalá de Henares, El Escorial y Torrelodones, Wolfgang Amadeus ha hecho un sitio a Rossini. En el teatro Albéniz, la ópera de cámara y orquesta Sinfonietta de Varsovia, nos han dado un Bruschino familiar, simpático y de buena profesionalidad.Sobre un sumario decorado, casi de teatro infantil, en el que Sadowski resume la casa, el jardín y el parque lejano, los personajes, una suerte de marionetas humanizadas por Rossini, desarrollan una trama simple y enredada, que no encierra otro valor sino el de dar...

En el quinto festival Mozart, que Scherzo y la Fundación Cajamadrid, pasean por la capital, Alcalá de Henares, El Escorial y Torrelodones, Wolfgang Amadeus ha hecho un sitio a Rossini. En el teatro Albéniz, la ópera de cámara y orquesta Sinfonietta de Varsovia, nos han dado un Bruschino familiar, simpático y de buena profesionalidad.Sobre un sumario decorado, casi de teatro infantil, en el que Sadowski resume la casa, el jardín y el parque lejano, los personajes, una suerte de marionetas humanizadas por Rossini, desarrollan una trama simple y enredada, que no encierra otro valor sino el de dar pretesto a la musa del compositor de Pésaro.

Bajo la dirección, avezada pero no demasiado graciosa, de Zbigniew Graca y con el entretenido movimiento escénico de Stokalska, asistimos a una versión meritoria en su conjunto, nivelada y con la naturalidad de lo cotidiano. Son valores dignos de los aplausos que el público otorgó, bien dirimidos según los mayores o menores méritos vocales y teatrales de cada intérprete, y con predilección para Jarzy Mahler, Adam Kruszewski, Leszek Swidzinski y Agniesta Kurowska.