Crítica:TEATRO

Finalmente, tontas

Es indudable que un hombre puede escribir una obra feminista; muchos sienten y amparan las reivindicaciones femeninas como un acto de mera justicia. La cuestión está en que no suene demasiado a halago rebuscado, a intención bastarda, como le pasa a esta obra, en la que parece que la intención principal es meterse en el aire de la época y no quedarse todavía en la vieja vanguardia fracasada en la que este autor militó, también sin fortuna.Aunque el esfuerzo sea loable, como tal trabajo, todo suena mal en esta Comisaría especial para mujeres, donde se viene a decir que las comisarías ma...

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Es indudable que un hombre puede escribir una obra feminista; muchos sienten y amparan las reivindicaciones femeninas como un acto de mera justicia. La cuestión está en que no suene demasiado a halago rebuscado, a intención bastarda, como le pasa a esta obra, en la que parece que la intención principal es meterse en el aire de la época y no quedarse todavía en la vieja vanguardia fracasada en la que este autor militó, también sin fortuna.Aunque el esfuerzo sea loable, como tal trabajo, todo suena mal en esta Comisaría especial para mujeres, donde se viene a decir que las comisarías masculinas no están preparadas para escuchar y comprender los problemas femeninos -más o menos, lo que digo yo de este autor: no podrá sorprenderse- y que es necesario que los escuchen otras mujeres. A condición de que no sean completamente tontas e inútiles, como les sucede a estas tres que ha inventado Alberto Miralles: inútiles como policías e inútiles para la vida. Y actrices expertas como Charo Soriano, Mari Paz Ballesteros y Pilar Bardem luchan contra la imposibilidad de hacer personas de sus textos.

Comisaría especial para mujeres

de Alberto Miralles. Intérpretes: María Asquerino, Charo Soriano, Pilar Bardem, María Paz Ballesteros, Blanca Marsillach, Elvira Travesi, Paca Velardiez, Encarna Breis, Ana Trinidad. Escenografía, Toni Cortés. Dirección, Ángel F. Montesinos. Centro Cultural de la Villa. Madrid, 18 de marzo.

Único respiro

Menos mal que hay como un ángel, como un ser misterioso, quizá del más allá -se va viendo con temor durante el desarrollo de la obra: se nos acentúa hacia el final- que, bajo la apariencia de una fregona, según se la llama, es la que todo lo resuelve y todo lo aclara: María Asquerino y su interpretación son los únicos respiros que ofrece la obra, junto con un monologuillo de la muchacha pura, que resulta ser Blanca Marsillach. Su pecado de personaje es ser hija de la malamala, una inspectora que quiere cerrar la comisaría por inútil -pobre Ana Trinidad: ¡también hay mujeres malvadas!-, pero que se conmueve al final ante la visión de bondad de todas y, sin duda, por la magia de la fregona.Con Blanca -brazo partido: al final se verá que se lo rompió su propia madre, la mala, antes de la conversión-, hay otras dos víctimas: Elvira Travesi -con su antigua solvencia-, que es una anciana de las que se dejan abandonadas en vacaciones, y una muchacha que no se droga, no, pero sí su novio, que para eso es hombre; y una violada que quiere vengarse pero finalmente es más buena que su torturador.

Una tontería mal compuesta, mal dialogada, entre el ingenuismo y la grosería, que deja ver con excesiva claridad que quiere atraer a las mujeres. Muchas del público estaban indignadas porque, aun con tan buena intención, los nueve personajes femeninos aparecen como verdaderas tontas. Como los machistas dicen que son las mujeres.

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