42º FESTIVAL DE BERLÍN

Un director en su plenitud

Lawrence Kasdan es uno de los mejores guionistas del cine de Hollywood. Es un escritor de cine superdotado y esto en Estádos Unidos, donde se sabe y se valora en consecuencia quién es quién en la jerarquía de la creación de una película, se paga con mucho dinero y con no menos confianza. No es casual que fuera Steven Spielberg quien hiciera mayor hincapié, durante la huelga de guionistas que paralizó hace unos años a Hollywood, en el hecho de que una verdadera industria de cine depende profundamente de la alta calidad y el alto sueldo de sus escritores.Pues bien, el escritor Kasdan, desde su s...

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Lawrence Kasdan es uno de los mejores guionistas del cine de Hollywood. Es un escritor de cine superdotado y esto en Estádos Unidos, donde se sabe y se valora en consecuencia quién es quién en la jerarquía de la creación de una película, se paga con mucho dinero y con no menos confianza. No es casual que fuera Steven Spielberg quien hiciera mayor hincapié, durante la huelga de guionistas que paralizó hace unos años a Hollywood, en el hecho de que una verdadera industria de cine depende profundamente de la alta calidad y el alto sueldo de sus escritores.Pues bien, el escritor Kasdan, desde su subida a los escaparates, hace 10 años, con Fuego en el cuerpo, siempre estuvo por encima del director Kasdan. Sus películas son todas buenas, empezando por Reencuentro, pero lo son sobre todo a causa de la perfección de su escritura y esto es indicio de que le faltaba o, más exactamente, le sobraba algo: ese desequilibrio a favor del escritor, que incluso se produce en El turista accidéntal.

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En una película enteramente lograda, el director debe situarse como mínimo a la altura de la escritura y desde ella, desde su equilibrio con ella, superarla, ir más allá y dar rienda suelta a la primacía de la imagen, cosa que no ha ocurrido nunca hasta ahora en la corta filmografía de Kasdan.

Invisibilidad

Grand Canyon es el primer filme de este escritor donde el director hace olvidar al guionista, fundirlo en la pantalla hasta hacerlo invisible. El lugar del guionista es la invisibilidad: ése es el signo de su maestría.

Joseph Mankiewicz y Preston Sturges, que eran dos guionistas prodigiosos con quienes Kasdan tiene similitudes, lograron esta invisibilidad, esta maestría. Y Kasdan la alcanza por fin ahora, en este memorable Grand Canyon donde derrocha no sólo conocimiento de su país y de sus gentes, sino de cómo se alcanza la elevación de la escritura a la imagen: una imagen divertida y dolorosa al mismo tiempo, que no da respiro al espectador, despertando su emoción y su ira, pues es un filme que, bajo apariencia apacible, esconde un fondo durísimo, lleno de pesimismo y de amargura, que no gustará a muchos norteamericanos conservadores.

Lawrence Kasdan ama a su país y a sus gentes, pero teme por su destino y su película. es la expresión de esta dolorosa quiebra íntima, suya y de su mundo. Una quiebra cuya amenaza nos concierne a todos, porque es un asunto de trascendencia universal. ,

Kasdan ha dejado de ser un cineasta que prometía mucho, para convertirse en uno de los indiscutibles del cine norteamericano actual.

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