Crítica:POP/ROCK

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Con el resurgir de músicas como el blues, sin aditivos e interpretadas por sus propios creadores, parece un momento propicio para recuperar otras sensaciones sonoras que, aunque más eclécticas, se han convertido con el paso del tiempo en creaciones puras e imprescindibles, como la que nos ofrece el mítico Chris Farlowe.Pasaba hora y media del comienzo programado del concierto, cuando Farlowe apareció sobre el escenario acabando ton la espera de un escaso público. Tras varios temas tocados por su banda de forma impecable pero sin profundidad, comenzó una interpretación apasionada que rec...

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Con el resurgir de músicas como el blues, sin aditivos e interpretadas por sus propios creadores, parece un momento propicio para recuperar otras sensaciones sonoras que, aunque más eclécticas, se han convertido con el paso del tiempo en creaciones puras e imprescindibles, como la que nos ofrece el mítico Chris Farlowe.Pasaba hora y media del comienzo programado del concierto, cuando Farlowe apareció sobre el escenario acabando ton la espera de un escaso público. Tras varios temas tocados por su banda de forma impecable pero sin profundidad, comenzó una interpretación apasionada que recorrió sonidos de rhythm and blues, con toques de country, blues y apoyados por unos músicos que reaccionaron ante su sentido del ritmo y su vitalidad.

Chris Farlowe

Chris Farlowe (voz), Steve Simpson (guitarra), Jeff Gascogne (bajo), Pat Crumley (saxo), Jerry Nonway (batería) y Tim Hinckley (piano). Revólver Club, Madrid, 11 de diciembre

La presencia de Chris Farlowe llenaba todo el escenario y exigía a su voz cargarse lentamente de sus palabras, para luego desgranar uno a uno los temas. Matizando y variando. la intensidad, y ya con la banda totalmente compenetrada, convirtió una velada que había comenzado con bastante confusión en una deliciosa audición casi privada para los pocos privilegiados que estábamos allí.

Fue admirable poder comprobar con qué comodidad y soltura fue interpretando los temas, que pasaron por las composiciones de su próximo elepé, y por su ya mítico Out of time, hasta llegar a un solo que ofreció como guinda final, felicitando por las fiestas que se aproximan, como excusa para hacer un alarde de voz.

El reducido espacio del escenario volvió a causar fallos de sonido, pero unos instrumentos tocados con magistral agilidad y dominio de la técnica por músicos de la talla de Steve Simpson o Pat Crumley, y dirigidos bajo la mirada severa de Farlowe, dejaron patente que la experiencia de los años puede solapar hasta las condiciones más adversas.

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