FERIA DE ALBACETE

Lecciones presidenciales

La plaza de Albacete adquirió bajo la presidencia del anterior usía, Constantino González, en el palco hasta 1990, fama de dura entre los taurinos, muchos de los cuales confiaban en que sus dos sustitutos tendrían mayores tragaderas, pero erraron, porque ambos siguen dictando lecciones. La escuela constantina ya ha producido un par de alumnos aventajados y defensores del sufrido consumidor consumido espectador y aplicadores del reglamento.

Ayer era el turno de Eutimio Candel, que alterna con Joaquín Coy, y nuevamente dejó alto el pabellón de la autoridad. Además de cambiar al...

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La plaza de Albacete adquirió bajo la presidencia del anterior usía, Constantino González, en el palco hasta 1990, fama de dura entre los taurinos, muchos de los cuales confiaban en que sus dos sustitutos tendrían mayores tragaderas, pero erraron, porque ambos siguen dictando lecciones. La escuela constantina ya ha producido un par de alumnos aventajados y defensores del sufrido consumidor consumido espectador y aplicadores del reglamento.

Ayer era el turno de Eutimio Candel, que alterna con Joaquín Coy, y nuevamente dejó alto el pabellón de la autoridad. Además de cambiar al cuarto antes casi de que sonaran las primeras protestas y de exigir grandes méritos para conceder trofeos, bajo su égida los toros salieron con enorme trapío e íntegros de astas. Estos bicornes del marqués de Domecq, enmorrillados, badanudos, con cuajo y de agresivas defensas, unían a esta belleza externa la interna de la casta.

Domecq / Domínguez, Muñoz, Joselito

Toros del marqués de Domecq, de excelente presencia y bella estampa, bien armados, astifinos, bravos, fuertes y nobles. 4o sobrero (en sustitución de uno de la divisa anunciada devuelto por cojo) de Joaquín Barral, con trapío, manso y peligroso.Roberto Domínguez: media (ovación): media perpendicular desprendida (ovación). Emilio Muñoz: estocada desprendida tendida y tres descabellos (vuelta); estocada desprendida (silencio). Joselito: pinchazo y bajonazo (ovación),estocada baja (oreja). Plaza de Albacete, 10 de septiembre. Tercera corrida de feria. Tres cuartos de entrada.

Justificar los emolumentos

Con tantas circunstancias favorables la tarde se adornó de un inusitado interés, pues los coletudos intentaron agradar al respetable y justificar sus emolumentos. Hasta un Roberto Domínguez en temporada sabática se olvidó de prosopopeyas y comenzó lanceando por templadas verónicas al veleto que abrió festejo. Su entrega continuó con la franela, a la que llegó su rival con un recorrido corto, lo que no fue óbice para que Domínguez le extrajera buenas series de redondos mientras el toro embestía y antes de despenarlo de media en el hoyo de las agujas. El sobrero era un morlaco pregonao y malicioso al que Domínguez macheteó con plausible entrega.Emilio Muñoz desperdició un encastado lote de bandera, pese a que buscó siempre el toreo puro, sin encontrarlo. La faena al boyante segundo transcurrió entre un aguacero pluvioso que Muñoz quiso convertir en lluvia de arte. Derrochó pasión, emotividad e intentó el toreo de frente, pero la casta de su enemigo le desbordó. El trianero, que intervino en quites ante estos dos animales, tampoco se atrevió de forma radical con el igualmente pastueño quinto. El corazón le decía que sí, pero el instinto de conservación de la especie y la fría cabeza le echaban la pierna para atrás.

Joselito anduvo confiadísimo, relajado y muy a gusto con el tercero, también mientras diluviaba, en una labor entonada y suave. Se le fue la mano a los bajos del toro tras pinchar y como la petición fue estimable pero no uniforme ni claramente mayoritaria, el usía, como buen criterio, denegó la oreja. Cosa que ya no pudo hacer en el último, pese a que la tizona también quedó feamente baja, pero los pañuelos blanqueaban unánimemente los tendidos, y Candel se limitó a aplicar el reglamento: concedió el primer trofeo y no el segundo, también muy solicitado. Joselito había hecho una buena faena, iniciada sentado en el estribo, con torería, mando, ligazón y adornos improvisados, como kikirikíes y pases del desprecio, que engorrinó a la hora de matar.

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