Crítica:

La veteranía es un grado

Benny Carter and Swing America. Pedro Ruy Bias. Didier Lockwood Cuartet

Velódromo de Anocta. Precio: 1.800 pesetas. Aforo: 1.300 personas. San Sebastián, 23 de julio.

La estrella del mejor jazz que pueda imaginarse brilló por fin en Anoeta. Un jazz juvenil, dinámico, fresco y expuesto con un entusiasmo sorprendente y contagioso, llegado de la mano de un sexteto cuya suma de edades casi alcanza los 500 años. La Swing America de Benny Carter se reveló como la sorpresa del verano y, por ahora, como el concierto más interesante de este abultado festival donostiarra.
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Benny Carter and Swing America. Pedro Ruy Bias. Didier Lockwood Cuartet

Velódromo de Anocta. Precio: 1.800 pesetas. Aforo: 1.300 personas. San Sebastián, 23 de julio.

La estrella del mejor jazz que pueda imaginarse brilló por fin en Anoeta. Un jazz juvenil, dinámico, fresco y expuesto con un entusiasmo sorprendente y contagioso, llegado de la mano de un sexteto cuya suma de edades casi alcanza los 500 años. La Swing America de Benny Carter se reveló como la sorpresa del verano y, por ahora, como el concierto más interesante de este abultado festival donostiarra.

Carter y sus cinco compañeros -a los que es imposible no mencionar uno a uno entre elogios: Al Grey, Harry Sweets Edison, Marlan McPartland, Milt Hinton y Louie Bellson- ofrecieron un concierto de los que valen por todo un festival. El jazz más clásico mostrando toda su vitalidad juvenil y una actualidad que ya nadie puede negarle entre otras músicas que le deben mucho y a las que no desmerece. Ahora que manadas de jóvenes se empeñan en tocar así y emplean años de su vida en escuelas especializadas para aprender a imitarles, estos seis simpáticos y energéticos abueletes dejaron claro que su sensibilidad musical va más allá de la técnica y, hoy por hoy, no se aprende en las aulas.

Carter derrochó elegancia y sobriedad y ese sonido cálido y expansivo que el tiempo no ha podido quitarle, su Misty fue de antología. Sweets volvió a llevar al auditorio al borde del estremecimiento con su clásico susurro en la trompeta. Grey, ya liberado de su reciente detención en Lugano acusado de bigamia, arrastró a toda la banda en los pasajes más rápidos, mientras que McPartland mostraba un toque pianístico preciso y transparente. Hinton se atrevió a recrear con sólo su contrabajo un espiritual negro, su instrumento llenó sin trucos el gigantesco Anoeta y dejó con la boca abierta a más de uno.

Bellson realizó uno de los solos más swingantes que han brotado en un escenario hispano en bastante tiempo, If don't mean a thing cobró en sus baquetas una fuerza que, sin duda, pocas veces había tenido desde la muerte de Duke. Ellington volvió a revivir en una pasional versión de Take A train que levantó al público de sus asientos.

Al final, todo Anoeta en pie despidió con una ovación de auténtica gala a los seis monstruos que concluían en San Sebastián su gira europea.

Tras una demostración como la de Carter y sus colegas, la actuación de Pedro Ruy Blas fue un insulto para los oídos. Su exceso de afectación y sus gratuitas exaltaciones vocales son capaces de desmoralizar a cualquiera.

Mucho público salió huyendo de Pedro Ruy Blas, y del que quedaba, otra buena parte abandonó el velódromo con los primeros compases del cuarteto de Didier Lockwood sonorizado a un volumen espantoso. Fue una lástima que el violinista francés tocase ante una audiencia tan reducida porque su concierto fue sumamente interesante.

Combinando la electrónica más potente y los ritmos más endiablados con destellos acústicos y un entrañable homenaje a Stephane Grappelli, Lockwood dio una lección de ese buen jazz contemporáneo que ha sabido asimilar para bien todas las influencias que le rodean. El violinista tocó con virtuosismo tanto su instrumento acústico como el eléctrico o el sintetizado y estuvo perfectamente secundado por la guitarra de Jean Marie Ecay en vena de aciertos.

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