Crítica:CINE / 'LA VIDA EN UN HILO'

El 'toque' Neville

Entre 1944 y 1946, Edgar Neville dirigió cuatro de sus películas más inspiradas y personales: La torre de los siete jorobados, La vida en un hilo, Domingo de carnaval y El crimen de la calle Bordadores. Se trata -como casi todo su cine en general- de obras realizadas a contracorriente, atípicas y singulares con respecto a la producción española de la época, que todavía hoy sorprenden por su audacia, su tono crítico o su forma tan poco convencional de abordar los géneros cinematográficos.La vida en un hilo, sin duda una de las comedias más originales de nuestro cine, propon...

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Entre 1944 y 1946, Edgar Neville dirigió cuatro de sus películas más inspiradas y personales: La torre de los siete jorobados, La vida en un hilo, Domingo de carnaval y El crimen de la calle Bordadores. Se trata -como casi todo su cine en general- de obras realizadas a contracorriente, atípicas y singulares con respecto a la producción española de la época, que todavía hoy sorprenden por su audacia, su tono crítico o su forma tan poco convencional de abordar los géneros cinematográficos.La vida en un hilo, sin duda una de las comedias más originales de nuestro cine, propone una reflexión agridulce sobre las jugarretas del azar. El director definía así la idea central: "Siempre me ha preocupado la influencia decisiva que tiene la casualidad en nuestras vidas, el cómo cambia el curso de éstas el hecho fortuito de mirar a la derecha en vez de mirar a la izquierda al cruzar una calle, el retrasarse dos minutos al ir a un sitio, cualquier circunstancia imprevista que le haga a uno conocer o no conocer a una persona; en fin, una variante sobre las pequeñas causas y los grandes efectos".En La vida en un hilo están presentes todos los ingredientes del toque Neville. En primer lugar, un guión espléndido, construido minuciosamente y provisto de unos diálogos sin desperdicio que nada tienen que envidiar en ingenio y mordacidad a los de las mejores comedias de Lubitsch -uno de los directores más admirados por Neville-, a quien el filme, salvando todas las distancias, remite también por su esmerada dirección de actores -una de las cualidades más notorias del realizador-, su impecable ritmo narrativo o la invisibilidad de su puesta en escena.Humor inteligenteEn segundo lugar, un humor acerbo, inteligente, tan incisivo hoy como el día de su estreno, que además de arremeter sin piedad contra la estupidez y las actitudes hipócritas de la alta burguesía ofrece una visión poco complaciente de la institución matrimonial (recuérdese la sangrienta escena en la que Guillermo Marín muestra sus escasas dotes para contar chistes, o esa otra en la que le pide a su mujer, Conchita Montes, que le ayuda a quitarse las botas), tan insólita para su época como el marcado feminismo de que hace gala la película.La vida en un hilo revela también el gusto de Neville por una planificación sencilla , encaminada siempre a conseguir la mayor fluidez y economía narrativas, a veces con elipsis humorísticas muy brillantes. Cuarenta y cinco años después de su realización, la película sigue conservando intacto todo su atractívo y debería disfrutar de una acogida de público similar a la que se dispensa a las comedias clásicas norteamericanas.

La vida en un hilo

Director, productor y guionista: Edgar Neville. Fotografía: Enrique Barreyre. Decorados: Sigfrido Burmann. Montaje: Marlano Pombo. Música: Muñoz Molleda. España, 1945. Intérpretes: Conchita Montes, Rafael Durán, Guillermo Marín, Julia Lajos, Alicia Romay, María Bru.

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