FERIA DE SAN ISIDRO

Muy remilgada está la fiesta

Cincuenta años atrás en esta misma plaza de Las Ventas -acaso menos-, un torero tenía el atrevimiento de meter el sablazo bajero con que Roberto Domínguez mechó al primer toro, o el sartenazo por los costillares con que Ortega Cano pretendía ejecutar sumarísimamente al quinto, y arde Troya. En cambio, en la ocasión presente, no sucedió absolutamente nada. Antes al contrario, al público pareció darle igual. El público -se hace excepción de algunos sectores analíticos y exigentes- está muy contemporizador y remilgado con los toreros, y los toreros les hacen remilgos a los toros, y los propios to...

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Cincuenta años atrás en esta misma plaza de Las Ventas -acaso menos-, un torero tenía el atrevimiento de meter el sablazo bajero con que Roberto Domínguez mechó al primer toro, o el sartenazo por los costillares con que Ortega Cano pretendía ejecutar sumarísimamente al quinto, y arde Troya. En cambio, en la ocasión presente, no sucedió absolutamente nada. Antes al contrario, al público pareció darle igual. El público -se hace excepción de algunos sectores analíticos y exigentes- está muy contemporizador y remilgado con los toreros, y los toreros les hacen remilgos a los toros, y los propios toros parecen recién salido de las ursulinas. De las ursulinas bovinas, se entiende; que en el reino animal de todo debe haber: ursulinas de las de mírame y no me toques, colegios de barrio y bastante golfería; en el reino animal como en todas partes.La consecuencia es que, entre todos -público, toreros, toros- están convirtiendo la fiesta brava, que por su propia naturaleza debería ser la fiesta del arte y del valor, en un acto social bastante cursi y desesperantemente aburrido. Es decir, que se la están cargando. Porque la fiesta jamás fue ni cursi ni aburrida, y menos aún acto social, como ayer. La Fiesta, porque era brava, llevaba implícito un caudal de emociones, y si además los toros no habían pasado por las ursulinas y los toreros eran capaces de dominarlos con lo que hay que tener, se producía en el coso un arrebato de júbilo, repicaban a gloria todos los campaniles de la corte celestial y la afición entraba en un estado de gracia que le duraba per omnia in saecula saeculorum. O sea, hasta la próxima.

Muñoz / Domínguez, Ortega, Camino

Dos toros de Cayetano Muñoz (cuatro fueron rechazados en el reconocimiento), 1º grande, 3º terciado, ambos inválidos y boyantes. Cuatro del marqués de Albayda (uno, con mucho trapío, devuelto al corral por inválido), 2º chico, flojo y pastueño, 5º de gran trapío, manso y bronco, 6º con mucha romana e incierto. 41, sobrero de El Torreón, bien presentado, astigordo, flojo y boyante. Roberto Domínguez: bajonazo descarado (silencio); pinchazo, estocada corta y rueda de peones (silencio). Ortega Cano: estocada trasera baja (oreja con protestas); pinchazo hondo atravesado en el costillar, pinchazo bajo, pinchazo, estocada corta atravesadísima y descabello (pitos). Rafael Camino: estocada corta ladeada (silencio); media trasera tendida y media trasera (silencio).

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Los tiempos han cambiado y la afición salía ayer bastante mohína. Había visto a Ortega Cano torear bien a su primer toro, es cierto, pero no era toro exactamente lo que toreó; un bondadoso torillo, y gracias. A la afición le complació verle ligar hermosas series de redondos, abrochadas con pases de pechos a pares, aunque le hubiese complacido mucho más vérselas ligar a un toro entero y verdadero. Sin embargo, cuando salió el toro entero y verdadero, toro serio y bronco, lo acuchilló por la espalda.

Dos toruchos flácidos de aborregada embestida, a esos Roberto Domínguez no dejaba de mirarlos y remirarlos. Roberto Dominguez acaso sea quien mejor haya mirado y remirado los toros en toda la historia de la tauromaquia. Salía el torucho flácido y después de mirarlo fijamente, lo remiraba por todas partes. Es una operación que tiene su ciencia. A la de torear, se colocaba del revés; metía el pico, componía remilgadas posturas y cuando embestía el toro, le cedía los terrenos muy cortésmente. Luego volvía a remIrarlo con minucioso detenimiento y analítico estudio del estado de la cuestión, antes de enseñarle otra vez el pico. Un maestro de la especialidad, no cabe duda.

Toro terciado, noble y ursulino el tercero, Rafel Camino lo trabajó a conciencia. También podría haberlo toreado, pero prefirió trabajar. Rafael Camino fabricó derechazos por un tubo, naturales menos, y construyó de esta guisa una pundonorosa faena. El sexto ya no era toro ursuli no, sino toro de bajos fondos, criado en la golfería, y tras esbo zarle unos derechazos le pegó dos medias estocadas, que se las tenía bien merecidas el toro, por barriobajero y por golfo.

Concluída la función, los tres espadas cruzaron el ruedo uno a uno con mucha formalidad y comedimiento, y la gente les aplaudía, según iban pasando. Toruchos ursulinos, derechazos a destajo, picos, palas, sablazos bajeros, sartenazos en el costillar y otros toricidos, en los actos sociales, ni se mencionan. En los actos sociales la gente debe decir que estaba todo muy bueno y .despedirse dando las gracias. Si no fuera por los del siete, Las Ventas sería Versalles; un amor de plaza.

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