SANLÚCAR DE BARRAMEDA

Preciosismo, barroco y modernismo

En la primera corrida de la temporada en Andalucía la Baja no se llenó la plaza. El cartel era atractivo. Tres figuras y un encierro de postín.Muchos aficionados de Sevilla acudieron a ver a Aparicio, el gran ausente de la Feria abríleña. Y a fe que no salieron defraudados. Si algo de emoción le faltó a su quehacer atribúyase a que sus enemigos eran poco ofensivos por delante. Si no hubo mucha emoción, sí hubo un desbordamiento de alegría en el público, por mor del toreo preciosista del sevillano. Y el calificarlo de preciosista no va en demérito del diestro, ni excluye la profundidad inte...

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En la primera corrida de la temporada en Andalucía la Baja no se llenó la plaza. El cartel era atractivo. Tres figuras y un encierro de postín.Muchos aficionados de Sevilla acudieron a ver a Aparicio, el gran ausente de la Feria abríleña. Y a fe que no salieron defraudados. Si algo de emoción le faltó a su quehacer atribúyase a que sus enemigos eran poco ofensivos por delante. Si no hubo mucha emoción, sí hubo un desbordamiento de alegría en el público, por mor del toreo preciosista del sevillano. Y el calificarlo de preciosista no va en demérito del diestro, ni excluye la profundidad intermitente de su toreo: la muleta adelantada, la suerte cargada, en ocasiones la mano muy baja, molestando mucho al enemigo.

Torrestrella / Muñoz, Aparicio, Jesulín

Toros de Torrestrella de desigual presentación, pobres de defensas y bravos, excepto tercero, bravucón. Emilio Muñoz: pinchazo, estocada (ovación); estocada tendida (oreja). Julio Aparicio: estocada, cuatro descabellos (vuelta); estocada (dos orejas). Jesulín de Ubrique: estocada casi entera caída (palmas); pinchazo hondo, dos descabellos (oreja). Plaza de Sanlúcar de Barrameda, 17 de marzo. Tres cuartos de entrada.

El preciosismo llegó en los remates, en el toreo por la cara, en el garbo con que se iba de la cara del toro. Ambas faenas con esa combinación de hondura y juego, dejaron un regusto en la plaza, como para que los aficionados lamenten todavía más su ausencia en los carteles de La Maestranza.

Emilio Muñoz, paradigma hoy de las formas más ortodoxas del toreo, representa, a su vez, la línea más barroca que jamás hayamos visto. Su toreo es atormentado. El cite casi de frente, adelanta la muleta, carga la suerte y remata detrás de la cadera. Son los fundamentos del toreo clásico. Sin embargo, su figura muchas veces se retuerce, se dramatiza.

Sus más allegados sostienen que el diestro considera que así siente el toreo y no piensa cambiar. Y hace bien. Las dos series de cuatro naturales como ocho soles a su segundo dejaron en la plaza una enorme carga de emoción. Sus molinetes, preñados de dramatismo, los hubiera firmado don Juan Belmonte.

Jesulín de Ubrique representa el toreo moderno tan del gusto de las masas. Su primero tenía picante y no cabía hacerle monerías. En su segundo, empezó con temple y mando, pero embarcando en el pico. El clamor vino cuando hacía el péndulo con la muleta, y la pala del pitón se apoyaba, materialmente, en la taleguilla del diestro.

Después ni el toro ni el público sabían por dónde iba a darle la salida. Iba a salir por donde a Jesulín le diera la real gana. Al pueblo soberano le gusta eso y hay que respetarlo. Lo que pasa es que el toreo es otra cosa.

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