Crítica:TEATRO

La depuración de Gorki

Ángel Gutiérrez se ha pasado a la perestroika: no tenía por qué haber complicado a Máximo Gorki. Ángel Gutiérrez fue acogido por la URSS en su exilio de niño español con el cariño y la devoción con que lo fueron todos sus compañeros huidos; allí hizo su carrera de teatro, y luego el profesorado. Vuelto a España, ha logrado algunas extraordinarias creaciones teatrales con sus alumnos y con su esposa nativa, Ludmila Ukolava, coreógrafa: lo cual explica la abundancia de bailes en todos sus montajes.Veraneantes es de 1904; definía una pequeña burguesía y anunciaba la llegada de los ...

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Ángel Gutiérrez se ha pasado a la perestroika: no tenía por qué haber complicado a Máximo Gorki. Ángel Gutiérrez fue acogido por la URSS en su exilio de niño español con el cariño y la devoción con que lo fueron todos sus compañeros huidos; allí hizo su carrera de teatro, y luego el profesorado. Vuelto a España, ha logrado algunas extraordinarias creaciones teatrales con sus alumnos y con su esposa nativa, Ludmila Ukolava, coreógrafa: lo cual explica la abundancia de bailes en todos sus montajes.Veraneantes es de 1904; definía una pequeña burguesía y anunciaba la llegada de los hombres fuertes que la barrerían; como en El jardín de los cerezos, de su maestro Chéjov, que es del mismo año. La revolución fue de 1905, cuajada de traidores y de confidentes zaristas, que produjo brillantes episodios populares, pero que fracasó. Siempre que se han dado estas obras, después se ha acentuado su carácter de premonición para lo que sería, luego, la revolución del 17. No falla en ello Gutiérrez, que incluso utiliza anacronismos para privarla de su fecha y adelantarla mucho: alguna canción muy posterior, las referencias a la penicilina, un paraguas con tela característica de Burberry's... Y las premoniciones del desastre de la revolución: fusilamientos, disparos contra algunos de los personajes, campos de concentración -el gulag- en escenas mudas, con sonidos chirriantes y penumbra dolorosa. Hombre, no. Gorki no sólo tuvo premoniciones de las revoluciones de 1905 y de 1917, sino que participó en ellas y ocupó cargos de política literaria hasta su muerte, en 1936: si bien con el espíritu crítico y la honestidad que no le abandonaron nunca. Mala gente dijo que había sido envenenado por Stalin, porque le molestaba. Naturalmente, es otro infundio. Aún crítico, enemigo de los políticos duros y represores, con la esperanza de una democracia comunista, Gorki presintió y vio en la revolución una especie de redención de los "bajos fondos" a los que había retratado en otra de sus obras fundamentales, y en su creación de novelista. No parece que haya derecho alguno a considerarle como contrarrevolucionario o como denunciante de los crímenes de la revolución. Ángel Gutiérrez, que debe tanto a aquella revolución, sí puede haber visto muy bien sus abusos y sentido sus desengaños, y haber percibido a qué crímenes y miserias daba paso: puede contarlo y describirlo todo por sí mismo, y estremecernos por ello. No tiene por qué mezclar a Gorki, "el amargo" -según se traduce su seudónimo-, que lo era por la amargura de la vida en Rusia durante el zarismo. Que, con perdón, fue mucho más grave y extenuadora del país que con la revolución.

Veraneantes

De Máximo Gorki, adaptación deÁngel Gutiérrez. Intérpretes: Germán Esteban, Marta Belaustegui, Alicia González, Antonio Castro, Vicente Rodado, Isabel Gálvez, Carlos Vizcaíno, María José Pedroche, Carlos Fernández, Carmen Fernández, Virginia Rueda, Jesús Salgado, Juan Luis Veza, Rafael de la Cruz, Álvaro Lavin, Sergio Capa, Fernando Soto, Miguel del Ama, Julia Ruiz. Escenografía, vestuario y dirección: Ángel Gutiérrez. Teatro de Cámara de Madrid, en la Sala Mirador, 18 de enero.

Añadidos y cortes

De ello sufre la estructura general de la obra, con añadidos y cortes, con los inevitables bailes y las premoniciones visibles. Queda mal contada, deshilvanada; perdida en ese espacio grandote donde se pierde la intimidad chejoviana. Gutiérrez le ha dado un tono -una prosodia- de casi declamación, siguiendo sin duda una tendencia de la época de Gorki, y de su sensibilidad y su posromanticismo -amores, amores perdidos-, pero no ha dado relieve a personajes que son inolvidables en el teatro como característicos. Está, en general, mal interpretada.

La representación, sin embargo, alcanza un buen número de aplausos y hasta de vítores. Quizá por lo que encuentran de valentía en esta depuración de Máximo Gorki, o por la justa admiración a Ángel Gutiérrez como profesor de teatro y muchas veces como creador.

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