Dos cantantes de excepción

El arte de dos sopranos, la Caballé y la Mitchell, se sucedió el jueves en la gran sala de Príncipe de Vergara a cuyo autor, el arquitecto José María García de Paredes, fallecido hace casi un año, s le ha concedido la medalla de oro de las Bellas Artes cuando su obra era rematada por la instalación de los órganos.Montserrat vino de la mano de los ingenieros del Instituto Católico de Artes e Industria (ICAI) para rendir homenaje a Javier Benjumea en sus bodas de oro. Desplegó la cantante catala na su entero muestrario de belle zas expresivas en un programa inhabitual y enormemente atractivo. Cu...

El arte de dos sopranos, la Caballé y la Mitchell, se sucedió el jueves en la gran sala de Príncipe de Vergara a cuyo autor, el arquitecto José María García de Paredes, fallecido hace casi un año, s le ha concedido la medalla de oro de las Bellas Artes cuando su obra era rematada por la instalación de los órganos.Montserrat vino de la mano de los ingenieros del Instituto Católico de Artes e Industria (ICAI) para rendir homenaje a Javier Benjumea en sus bodas de oro. Desplegó la cantante catala na su entero muestrario de belle zas expresivas en un programa inhabitual y enormemente atractivo. Cuatro italianos -Stradella, Gasparini, Giordani y Galuppinos trajeron los aires melancólico del setecientos, alegrados en el caso de Galuppl por su espíritu clavecinístico.

Después tres fragmentos de ópera: La vestale, de Vincenzo Puccita, Tancredi, de Rossini, y Temistocle, de Pacini, representantes los tres del primer ochocientos. Tras el intermedio y la entrega del título honorario al ingeniero Benjumea sonó Claudio Debussy con sus distintos aires, poesías y perfumes: Bonsoir, sobre Banville, Mandolina, sobre Berlaine, y El hijo pródigo, sobre Guinand. Dos canciones negras y la Vocalise de Montsalvatge iniciaron el grupo de títulos españoles, que terminó con Marinela de Serrano y las Carceleras de Chapí, para prolongarse con varios bises. A lo largo de sn recital, la Caballé, bien asistida por el pianista Miguel Zanetti, volvió a convertir en sorpresivo su conocido arte de interpretar. Expreso, dijo, cantó y encantó, y los aplausos llovieron en forma de borrasca sobre la escena del Auditorio.

La Universidad Politécnica presentó por la noche a la sopra no lírico-dramática Leona Mitchell, nacida en Oklahoma, y cuyo Porgy and Bees, con Maa zel, grabado en 1976, ha dado la vuelta al mundo. Pero esta vez se trataba de Verdi, el genio latino de la ópera, que conviene perfec tamente a las insólitas dotes de la cantante. Otello, Ernani, La for za del destino, Un ballo in mas chera y Trovatore tuvieron ver siones más que admirables, asombrosas tanto por la calidad vocal -los medios de lá Mitchell son extensos e iguales- como por la potencia expresiva, de gran fuerza teatral, avasalladora y elegante a la vez.

Acompañó estupendamente la Sinfónica de Madrid, regida por Marcello Panni, cuya condición de excelente compositor se advirtió en su sutil análisis de los fragmentos de Otello o El trovador tanto como en las oberturas de Luisa Miller y El baile de máscaras, así como en el preludio del tercer acto de La traviata. El coro de la Universidad Politécnica 1 ntervino como una formación profesional de mérito en trozos de Nabucco, Macbeth y en la escena de El trovador, en la, que uno de los tenores del conjunto actuó con seguridad de auténtico solista. Silbidos a la americana, algún pateo a la alemana y aplausos a lo internacional mostraron el fervor del público.