La magnética atracción del odio

Havel parece empeñado en demostrar que es político porque es escritor y hombre de cultura, y no al revés. Reflexionó sobre la identidad del odiador, yendo del sentimiento personal a la práctica del odio colectivo, y finalmente condujo el hilo hasta los problemas actuales de Europa central."No creo que el odio", dijo, "sea la mera ausencia de amor, sino que tiene mucho en común con él: la fijación en otros, la dependencia de otros. Quienes odian se basan en la percepción fatal de que el mundo no les da lo que se merecen. No hay diferencia entre odio individual y odio profesado por un colectivo....

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Havel parece empeñado en demostrar que es político porque es escritor y hombre de cultura, y no al revés. Reflexionó sobre la identidad del odiador, yendo del sentimiento personal a la práctica del odio colectivo, y finalmente condujo el hilo hasta los problemas actuales de Europa central."No creo que el odio", dijo, "sea la mera ausencia de amor, sino que tiene mucho en común con él: la fijación en otros, la dependencia de otros. Quienes odian se basan en la percepción fatal de que el mundo no les da lo que se merecen. No hay diferencia entre odio individual y odio profesado por un colectivo. El odio colectivo actúa como una aspiradora. Ese odio compartido y profundizado por un grupo de personas capaces de odiar tiene una atracción magnética. Siempre encontraremos suficientes gitanos, judíos, checos, que sirvan para ilustrar la idea de que tienen culpa de todo. El odio colectivo simplifica la vida de quienes son incapaces de independencia".

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Advirtió Havel de los problemas que se ciernen, en cuanto a odio, en la Europa central, y analizó sus causas: "El sistema totalitario que imperaba en esa zona se caracterizaba por la uniformidad. Suprimía lo auténtico la diferencia. Todo, hasta Ias estrellas rojas de los tejados, era importado de la URSS. Ahora estos Estados se percatan de sus di ferencias, que salen a la luz. Pueden ser comparables a Estados-niños. Desean ser conocidos y consultados en el resto del mundo. Pero hay amenazas que pesan sobre ellos: puede ocurrir que algunas personas enfoquen su rabia y su frustración contra víctimas sustitutorias".

Havel, con todo, se mostró como un estadista no atenazado por el pesimismo. "Hay algunos observadores que describen ahora Europa central y oriental como un polvorín de intolerancia étnica", dijo. "No comparto yo. ese análisis, ni esa cierta nostalgia que subyace ahí de la división característica de la guerra fría. Pero advierto que en la zona de donde vengo podría germinar el odio colectivo. Es una región donde existe una gran mezcla, que incluso dentro de las minorías hay minorías. Es un verdadero crisol internacional. Hay que tener en cuenta que, mientras la Europa occidental ha gozado de más amplio tiempo para su desarrollo, la Europa central ha tenido sólo 20 años para ello, entre las dos guerras mundiales".

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