Crítica:

Abuelita Piernas Largas

Tina Tumer incendió anoche Las Ventas con su rock devorador

Tina Turner, la cincuentona más marchosa del rock, agitó anoche la mercancía en la Plaza de Toros de Las Ventas, y puso a todo vapor a los miles de aficionados que habían acudido al reclamo de esta Abuelita Piernas Largas de minifalda morada, melena de oro y estilo impregnado de ritmo grasiento y envidiable, mal gusto. "Tina, torera, devórame otra vez", le gritaban al final. Dicen que está retirándose, pero, de momento, lleva de gira europea desde últimos del pasado abril, y mañana actúa en la Monumental de Barcelona, y el domingo, en El Molinón gijonés.

"Pues no se la ve con muchas...

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Tina Turner, la cincuentona más marchosa del rock, agitó anoche la mercancía en la Plaza de Toros de Las Ventas, y puso a todo vapor a los miles de aficionados que habían acudido al reclamo de esta Abuelita Piernas Largas de minifalda morada, melena de oro y estilo impregnado de ritmo grasiento y envidiable, mal gusto. "Tina, torera, devórame otra vez", le gritaban al final. Dicen que está retirándose, pero, de momento, lleva de gira europea desde últimos del pasado abril, y mañana actúa en la Monumental de Barcelona, y el domingo, en El Molinón gijonés.

"Pues no se la ve con muchas ganas de cortarse la coleta", comentó un castizo nada más verla salir al ruedo, con 20 minutos de retraso sobre las 22.30, hora prevista, galopando en la canción Steamy windows. Y cuando en la traca final del concierto, al filo de la medianoche, abrumada ya la cercana M-30 con los decibelios y luminarias del espectáculo, Tina se remontó en una grúa por encima del gentío, más de uno pudo pensar que, si en vez de grúa llega a ser King Kong, el gorilón se habría rendido, cual monicaco, a la marcha de ese ciclón negro y vociferador que se come el micrófono como nadie, y, por supuesto, sin la finura con que sus modistos Moschino y Azzadin Alaya se llevan a los labios un gelato o un thé á la menthe.Los más viejos de la localidad procuraban aún, desdentadamente, tararear en la memoria River deep mountain high. Pero esta Tina, permaneciendo fiel a la que hizo su aparición explosiva en los años sesenta, es la de la los noventa, y lo bueno es verla en un escenario con dos pantallas gigantescas de vídeo y presidido todo ello por siete a modo de supositorios de metacrilato. Tina lo mismo desciende una escalinata tipo Encuentros en la tercera fase que bailotea pasarelas adelante, comiéndose los vatios, meneándose a lo tremendo con sus dos bailarinas, una morena y otra rubia. Y Tina lo hace todo con todo en su sitio, marcando cacha, tacones, muslamen y boca devoradora.

Aunque buena parte del público de Las Ventas era talludito, émulo, sin duda, de la buena forma de Tina, entre los jóvenes esta diosa del rock hace estragos. "Si yo tengo esas piernas a su edad, me doy con un canto en los dientes", proclamaba una jovenzana; a lo cual el novio respondía metiéndose él como podía entre los dientes mencionados. La música y contorsiones de Tina es lo que tienen, que ponen así al personal. Y es que, además de cantar cosas como Addict to love o Stay togheter, o acabar con Be tender with me baby ("For aIways", dice la muy leona), lo más insoportable para el público es la manera en que lo aúlla y masculla.

Como quien avisa no es traidor, el grupo telonero, nada menos que los reyes rockeros de Nueva Orleans, los Neville Brothers, dejaron claro durante una hora que había que apretarse los cinturones porque, tal como venía la noche, en cuanto saliera Tina el despegue iba a ser de aúpa. Actuó acompañada de nueve excelentes músicos que se identifican plenamente con su estilo, que lo mismo bebe en el soul, que en el blues, que en el más rotundo y directo rock and roll. Y cómo fue el despegue, y cómo la música pegaba a la gente: TNT Turner.

Doña Socorro, aunque como todo el mundo había hecho la ola en el descanso, volvía a casa reticente: "No sé qué la ven. Total, tiene lo que tenemos todas". Pero su marido, don Marlano, aunque anoche no era cosa de subir Alcalá desde Las Ventas dando verónicas, había que ver cómo suspiraba: "¡Quién fuera micrófono!".

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