Crítica:MADRID EN DANZA

Pasiones desordenadas

Con el teatro a mitad de su aforo, Ramón Oller estrenó en Madrid su cuarta y última obra, Magdala o ¿Qué pasó con las magdalenas?, inspirada en un texto de Marguerite Yourcenar, y planteada como alternancia de lenguajes dancísticos y teatrales, que apenas se rozan entre sí. Está ambientada teatral mente y de forma extraordinaria en la Andalucía pintada por Romero de Torres, cantada por Imperio Argentina o Perla de Cádiz, y guardada en el recuerdo del pasado de Oller. A este paisaje -Magdala- y a esas mujeres, traslada el coreógrafo los sentimientos que Yourcenar pone en boca de María Ma...

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Con el teatro a mitad de su aforo, Ramón Oller estrenó en Madrid su cuarta y última obra, Magdala o ¿Qué pasó con las magdalenas?, inspirada en un texto de Marguerite Yourcenar, y planteada como alternancia de lenguajes dancísticos y teatrales, que apenas se rozan entre sí. Está ambientada teatral mente y de forma extraordinaria en la Andalucía pintada por Romero de Torres, cantada por Imperio Argentina o Perla de Cádiz, y guardada en el recuerdo del pasado de Oller. A este paisaje -Magdala- y a esas mujeres, traslada el coreógrafo los sentimientos que Yourcenar pone en boca de María Magdalena y Juan.El coreógrafo catalán parece que madura rápido en cuestión de creación de movimientos. Los bailarines, siempre por parejas, pasan del abrazo al empujón, del deseo a la ignorancia, del vuelo por los aires a surcar el suelo. Todo ello con variaciones ocurrentes y elaboradas, que indican, por parte coreógrafo, un buen manejo del espacio, las líneas, la composición de movimientos a dos, y sobre todo del potencial expresivo de todo ello. A su vez, muestran la preparación física y el arrojo de los 12 bailarines, al llevarlas a buen término y en su total significado emocional.

Metros Dansa Contemporania

¿Qué pasó con las magdalenas?Coreografía y dirección: Ramón Oller. Música: Óscar Roig. Teatro Albéniz. Madrid, 16 de mayo.

Frente a estos buenos momentos en la obra sobra el soporte, a veces exagerado, de los recursos teatrales, incluida la presencia de los dos actores, pues la fuerza emana del texto mismo y se transmite con el movimiento. En cambio, falta el grano discursivo del teatro, de manera que la obra sufre altibajos y flaquea en cuanto a conseguir un todo coherente.

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