Crítica:FLAMENCO

Música y danza luminosas para una obra oscura

Termina el espectáculo y uno, la verdad, no sabe a qué carta quedarse. La música de Gerardo Núñez le ha embargado. El baile de Carmen Cortés es admirable... Pero la obra la ha entendido sólo en parte. Uno lee el texto del propio autor en el programa, lo lee una y otra vez, muchas veces, buscando desvelar el enigma y sigue sin entender algunas cosas. Por ejemplo, ese maniquí de mimbre constantemente en escena, traído y llevado. Al final a uno le queda la duda de si esa presencia está justificada o simplemente se trata de un artificio para permitir a los personajes un determinado movimiento escé...

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Termina el espectáculo y uno, la verdad, no sabe a qué carta quedarse. La música de Gerardo Núñez le ha embargado. El baile de Carmen Cortés es admirable... Pero la obra la ha entendido sólo en parte. Uno lee el texto del propio autor en el programa, lo lee una y otra vez, muchas veces, buscando desvelar el enigma y sigue sin entender algunas cosas. Por ejemplo, ese maniquí de mimbre constantemente en escena, traído y llevado. Al final a uno le queda la duda de si esa presencia está justificada o simplemente se trata de un artificio para permitir a los personajes un determinado movimiento escénico.Comprendo que la simbología en la danza no tiene por qué ser muy explícita pero entiendo asimismo que al espectador se le debe dar suficientes datos para que la comprenda. Porque si no se corre el riesgo de que muchos espectadores, en los comentarios calientes a la salida, digan lo que yo oí decir a más de uno: "Me ha gustado, pero no lo he entendido". Y efectivamente el espectáculo gusta, en base a esas dos columnas clave que son la música de Gerardo Núñez y el baile de Carmen Cortés.

Memoria del cobre

Autor y director: Francisco Suárez. Coreografia y bailaora: Carmen Cortés. Música y guitarra: Gerardo Núñez. Madrid. Centro Cultural de la Villa, 2 de mayo.

La música es creativa, original, bellísima en algunos pasajes, y la guitarra del autor la interpreta con increíble poder de comunicación. Singularmente las partes puramente flamencas -siguiriyas, soleares, bulerías, alegrías, un hermosísimo toque de alboreás...- tienen sentimiento y delicadeza poco frecuentes en un músico en el que suele primar la técnica sobre el corazón. Cuando da entrada a otros instrumentos la fusión se produce sin violencia, singularmente con el chelo, cálido y brillante; en cambio en la percusión acusamos algunas estridencias en exceso rompedoras del clima musical generado.

Carmen Cortés baila esta música con entrega absoluta, fundiéndose literamente en el personaje. Esta bailaora, una de las más imaginativas del flamenco actual, logra aquí una cumbre personal de enorme valor. Con este baile y esa música, si hubiéramos entendido todo lo que ocurre en la obra, el espectáculo podría haberse aproximado a la perfección.

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