Tribuna:MUERTE DE LA 'DIVINA'

El fantasma de Park Avenue

Algunas personas creían que la veían pasar al atardecer por Park Avenue envuelta en ropas sin forma, con su antifaz de las gafas negras, recta siempre y rápida. También creían ver pasar a Irving Berlin, un poco arrastrado por su perro, y decían que es de los que saludan al pasar.Es probable que los sigan viendo en cualquier tapada o en cualquier anciano, aunque ya los dos hayan muerto: se ve lo que tino quiere ver. Muchos de nosotros no tenemos en la retina interior -en la de la memoria- el fantasma de Garbo, sino el de su leyenda. Los que pasábamos la adolescencia, o como quiera que se llame ...

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Algunas personas creían que la veían pasar al atardecer por Park Avenue envuelta en ropas sin forma, con su antifaz de las gafas negras, recta siempre y rápida. También creían ver pasar a Irving Berlin, un poco arrastrado por su perro, y decían que es de los que saludan al pasar.Es probable que los sigan viendo en cualquier tapada o en cualquier anciano, aunque ya los dos hayan muerto: se ve lo que tino quiere ver. Muchos de nosotros no tenemos en la retina interior -en la de la memoria- el fantasma de Garbo, sino el de su leyenda. Los que pasábamos la adolescencia, o como quiera que se llame la edad túrnida, y teníarnos por las noches ansiosas los fantasmas de Jean Harlow o los de Marlene Dietrich, quizá los de la sana campesina que fue Ginger Rogers y luego los de Rita Hayworth. Incluso a Celia Gárnez (hay que decir la verdad, la terrible verdad).

Pero Greta Garbo era como una madre de todos, aunque una madre pecadora. Umbral se ha llarnado a sí mismo "el hijo de Greta Garbo" en el libro con ese título en el que evoca a su madre, y a su amparo podríamos decir que fue la madre, fingida de toda una generación. Es decir, lo tabú, lo incestuoso si. se llegaba a más. No era cálida. Nos enseñaron a verla como a un hielo del golfo de Botnia: las suecas no eran, en la imagen, lo que son ahora. Por si acaso, ella no se reía nunca; pero mirándola se descubría una de esas sonrisas que describía Zaratustra: "¿Quién vería tu sonrisa sin deshacerse en lágrimas?.

Pero reírse, nunca: hasta que llegó Ninotchka, con la que empezó a deshacerse su carrera, que llegaría a su tropiezo definitivo con La mujer de las dos caras (como si Greta pudiera tener dos caras), privada ya de fatalidad, dispuesta para ser salvada y convertida: fuera de sí misma, alienada. Más tarde aprendimos que era un genio, y se nos dijo que no había dado el cine más que dos verdaderos genios: Chaplin -que veíamos sin respeto, para reírnos- y Garbo, para la que tuvimos el tabú y la lejanía. Pero la leyenda comenzó el día que se retiró, cuando ella misma decidió ser un fantasma, y se vistió de fantasma para pasar a la puesta del sol por la orilla del parque.

Cuando del cine se apoderaron los intelectuales y empezaron a echar de él a niños y adolescentes es cuando realmente comenzó su leyenda; hasta que algunos niños se convirtieron en intelectuales y comenzaron a leer Cahiers de Cinéma y dejaron las tumescencias para ideales más próximos. Chicas a las que proteger, que era entonces el sue, ño de los machitos tiernos y sentimentales. Un desastre. Y a Garbo no se atrevió nunca nadie a protegerla: ni desde los bancos de los espectadores ni desde la pantalla, donde los galanes se quedaban atónicos y ateridos. Hasta que dejaron de estarlo, se les vio aproximarse demasiado a la que se llamó la diosa -por algo sería- y Garbo se acabó para el mundo de los vivos.

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