Crítica:FLAMENCO

Don Juan I El Habichuela

Juan Carmona, el patriarca de los Habichuela, obtuvo de su guitarra tal cúmulo de bellezas que aún no termino de creérmelo. Es uno de esos raros tocaores que conocen en profundidad el cante, y que por ello mismo sabe muy bien el papel de la guitarra acompañante. A él se atuvo estrictamente, con humildad y modestia que en él son norma, tocando austeramente, ascéticamente, nada más -¡y nada menos!- que lo justo; pero eso lo hizo transido de jondura y grandeza, tocado por las alas de ángeles y duendes flamencos y gitanos, acreditando sabiduría y genio.Genio acreditó Lobato, p...

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Juan Carmona, el patriarca de los Habichuela, obtuvo de su guitarra tal cúmulo de bellezas que aún no termino de creérmelo. Es uno de esos raros tocaores que conocen en profundidad el cante, y que por ello mismo sabe muy bien el papel de la guitarra acompañante. A él se atuvo estrictamente, con humildad y modestia que en él son norma, tocando austeramente, ascéticamente, nada más -¡y nada menos!- que lo justo; pero eso lo hizo transido de jondura y grandeza, tocado por las alas de ángeles y duendes flamencos y gitanos, acreditando sabiduría y genio.Genio acreditó Lobato, pues no de otra manera se puede entender que de unos livianos tanguillos gaditanos, más cerca de las chirigotas carnavalescas que del cante jondo, hiciera una composición apabullante de flamenquería, sembrada de sal y gracia. Y esto después de haber cantado, con la pena que hiere y lastima, soleares y la malagueña del Mellizo.

I Jornadas de Flamenco de la Universidad Complutense

Cante: José Menese, Lebrijano, Chano Lobato, Aurora Vargas. Toque: Enrique de Melchor, Juan Habichuela. Baile: Manuela Carrasco. Madrid. Alcalá Palace. 19 de marzo.

Genio acreditó El Lebrijano en un emocionante recorrido por soleares, en el que entabló un diálogo bellísimo con el toque de otro genio de la guitarra: Enrique de Melchor. Lebrijano está en un momento óptimo, cantando por derecho con esa pasmosa facilidad suya. Hizo también cosas muy sugestivas por cantiñas, y en bulerías y tientos-tangos actuó con su reconocida solvencia. Quizá, quizá, se pasa en un cierto amaneramiento gestual.

Genio también, ¿por qué no?, el de Aurora Vargas, genio bravío, de flamenca al viejo estilo -vestido de faralaes, flor en el pelo, voz ardiente y desgarrada-, quien con su cante por bulerías y su baile nada ortodoxo puso al personal en pie.

Ni José Menese ni Manuela Carrasco estuvieron a la altura de sus compañeros, porque en ese caso hubiera sido una de esas noches que pasan a la historia. Menese empezó con cantes poco frecuentados hoy, la serrana y la farruca, que hizo sin mucha convicción. En la petenera quiso romperse, y sólo logró atropellarse. Estuvo mejor en siguiriyas y tonás, para rematar penosamente por tangos. La Carrasco bailó alegrías en las que mantuvo una guerra con la cola de su bata, para manejar la cual tuvo serias dificultades. En las soleares mostró su empaque personal, compuso muy bien la estampa y paseó por el escenario. Bailar, bailar, no demasiado, la verdad.

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