Entrevista:

Willy Brandt: "En 1991 habrá una Alemania unida"

El ex canciller de la RFA no tiene ambiciones de ser el presidente de la reunificación

M. Á. BASTENIER.El ex canciller socialdemócrata de la República Federal de Alemania se niega a hablar de reunificación porque dice que eso sería como revivir los fantasmas de 1939; lo que se va a producir, pedagógicamente insiste:, es la unificación, y por ello hay que entender la reunión de dos partes de un mismo país, pero no para reconstituir el antiguo, sino para crear uno nuevo. La Alemania, afirma, de 1991.

Este año, dice Willy Brandt, se celebrarán en diciembre las últimas elecciones en la RFA de la Alemania dividida", porque "el año que viene deberán celebrarse las primeras de u...

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M. Á. BASTENIER.El ex canciller socialdemócrata de la República Federal de Alemania se niega a hablar de reunificación porque dice que eso sería como revivir los fantasmas de 1939; lo que se va a producir, pedagógicamente insiste:, es la unificación, y por ello hay que entender la reunión de dos partes de un mismo país, pero no para reconstituir el antiguo, sino para crear uno nuevo. La Alemania, afirma, de 1991.

Este año, dice Willy Brandt, se celebrarán en diciembre las últimas elecciones en la RFA de la Alemania dividida", porque "el año que viene deberán celebrarse las primeras de una Alemania unida". Pero incluso en este caso la esperada reunión de los germanos se habrá de producir con arreglo a un proceso político inexcusable: "En el camino a la unidad se dan procesos diferentes. Uno es el de la unificación en el plano nacional, como por ejemplo la unificación monetaria y económica, que sólo compete a la República Federal de Alemania y a la República Democrática Alemana. 1-71 otro es el relativo a las cuestiones de seguridad nacional y europea. Este segundo proceso deberá ser negociado con los países vecinos y con las dos superpotencias".

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Willy Brandt asegura con aparente convicción que en ningún caso le interesaría ser presidente de una futura Alemania unida. "Soy demasiado mayor para volver a desempeñar responsabilidades ejecutivas", dice. "Ya he tenido cargos dirigentes y no tengo ambición de volver a tenerlos". En el caso, sin embargo, de que se le ofreciera, de que se le rogara que presentara su candidatura, afirma: "Es cierto que sigo aspirando a tener algo que decir sobre el futuro de Europa, sobre la paz y la estabilidad del mundo. Por ello no habría que descartar que tuviera alguna representación en algún parlamento común, o en alguna estructura de concertación entre la RFA y la RDA. Eso sí me gustaría".

Solución conjunta

La todavía relativa incógnita acerca de las modalidades de esa unificación, los plazos, las cargas militares, con que habrá que construir esa Alemania, parece que reside en una estudiada reserva del Kremlin. En qué condiciones, cabe preguntarse, Moscú aceptaría a esa nueva gran potencia en el centro de Europa. "Algo está claro: la URS S quiere mantener sus tropas en suelo alemán (RDA), aunque limitadas en su contingente y armamento, al menos en tanto las de Estados Unidos permanezcan en la RFA. También es evidente que Moscú no acepta que la OTAN avance sus peones militares hasta la frontera germano-polaca del Oder-Neisse. Y creo que eso sólo se puede resolver en una dimensión europea, después de ver cómo se desarrollan las negociaciones de desarme entre las superpotencias en Viena. Por tanto, la solución no puede ser sólo soviética u occidental, sino conjunta para toda Europa".

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Una razonable preocupación agita a los países de la Comunidad Europea; la construcción política del continente puede paralizarse, si no lo está ya, por la necesidad de acomodar la nueva situación continental. ¿Qué relación cabe pensar con la Europa del Este? ¿Pura y simple adhesión a la CE? ¿Asociación con condiciones? No hay político europeo, sin embargo, que esté hoy dispuesto a admitir que cuando el Este se sume al Oeste, el Oeste difícilmente pueda pensar en otra cosa que en el orden disperso de oportunidades que nacen a sus puertas. "Los acontecimientos del Este deberían ayudar a la construcción europea", asegura Brandt. "Y también en ello hay que considerar dos aspectos. El primero es el de que Europa occidental no puede posponer la construcción continental, porqueuna CE bien acabada sería un ejemplo para la completa democratización de la Europa oriental. El segundo consiste en ver, paralelamente, qué progresos somos capaces de hacer desde la CE en la negociación con esa otra Europa, y cómo podemos hacer realidad el concepto del presidente francés, FranQois Mitterrand, de una confederación europea. Quizá eso sea otra forma de ponerle nombre a la casa común europea del líder soviético Mijail Gorbachov. Respecto aesta última idea, diré que veo más bien a Europa como una aldea con varias casas, en vez de un edificio común para todos".

En un sondeo publicado el lunes pasado por EL PAIS, entre otros grandes diarios europeos, los encuestados del Este y del Oeste se pronunciaban por mayoría a favor de la unificación -o ¿reunificación?- alemana con una sola excepción: Polonia, fuertemente contraria a esa idea. "Polonia sufrió más que nadie a manos de Alemania en la guerra. Y hoy siente un lógico temor a que sus fronteras, establecidas por las grandes potencias, sean alteradas por una decisión externa a ellos. Por eso tenemos, sobre todo los alemanes, que ser muy pacientes y comprensivos. El que el actual Gobierno de Bonn no aclare suficientemente cuál es su posición sobre la intagibilidad de esas fronteras hace que aumente la legítima ansiedad de Varsovia".

El futuro de la URSS

Pero en toda esa complicada geometría del futuro parece que hay un arquitrabe sin el cual nada estaría garantizado: la continuidad de Gorbachov y, en cualquier -caso, la de una cierta idea del imperio soviético. "El mundo soviético corre el riesgo de descomposición o no según lo que entendamos por ello. LA URSS padece grandes problemas étnicos y de conflicto de nacionalidades, y es comprensible la demanda de esas nacionalidades para la preservación de una identidad propia. En otoño pasado el propio Gorbachov me dijo que quería hacer de la URS S una verdadera federación, lo que nunca ha sido hasta la fecha. Pero también que no podía aceptar la destrucción de la URSS porque eso sería intolerable para el pueblo ruso, impulsándolo al enfrentamiento con otras nacionalidades. Mi opinión es la de que esa federación habría de contemplar la posibilidad de secesión si las repúblicas componentes así lo desean. Una idea que, por lo demás, es de Lenin".

En estos meses de presuntofinal de la historia se glorifica el triunfo del liberalismo capitalista sobre el marxismo-leninismo, el fin de un sueño embarrado en las insuficiencias y tiranías del socialismo real. ¿Quién es el vencedor de esa pugna entre el Oeste y el Este? "La batalla la ha ganado lo que yo llamaría un cierto capitalismo con rostro humano, por darle la vuelta a la expresión que los comunistas checos trataron de aplicar sin éxito al socialismo en 1968. Las encuestas prueban que en la Europa central y oriental hay una gravitación hacia la socialdemocracia. Pero no se trata de hablar de preferencias por uno u otro partido, sino de una idea, una visión que conjugue libertades individuales con justicia social. Mercado, sí, pero no para hacer lo que nos venga en gana con él".

El retorno del ex canciller

Willy Brandt está próximo a los 77 años y, sin embargo, los últimos meses han sido algo más que un tónico para el veterano hombre de Estado. Decía Giulio Andreotti que los políticos no sólo no sufren el desgaste del poder, sino que lo que los desgasta es estar privados del mismo. El ex canciller socialdemócrata ha necesitado mucho menos que la recuperación de un poder, que abandonó en plena madurez política por el desgraciado caso Guillaume, para aparecer en los foros europeos visiblemente rejuvenecido; no exactamente en la profusión de los surcos que modelan un rostro, con el paso de los años más imponente aún, sino en todo lo que emana su persona de profundo convencimiento; de saber que una hora de Europaha sonado para todos. El verano pasado, Brandt, en unas declaraciones a Le Monde, fue probablemente el único político europeo que intuyó que estaba pronto a descorrerse el telón de la inmovilidad en la Europa del Este.Preveía entonces el actual presidente de la Internacional Socialista importantes acontecimientos como consecuencia de la reforma de Gorbachov en la URSS. La evolución en Europa oriental sitúa hoy, por otra parte, al dirigente socialdemócrata en el centro de todas las miradas. ¿Quién mejor que Brandt para hablar con la Polonia devastada por los ejércitos alemanes en la II Guerra Mundial, y hoy verosímilmente preocupada por el destino de sus territorios colindantes con la República Democrática Alemana? El prestigio del ex canciller es hoy mayor si cabe al Este que al Oeste, porque se ve en él la garantía de esa Alemania diferente, transformada por la democracia, de la que todos puedan querer ser vecinos. Una Alemania unida en la que Brandt desempeñara un papel a la vez de reserva y caución para un destino común europeo congregaría el mayor número de satisfacciones en toda Europa.

Si bien es cierto que hay retornos gloriosos, el del ex canciller lo es con mayor motivo, porque no ha llegado a irse nunca y porque no necesita ese presumible regreso para comprobar que una Europa solidaria es posible del Atlántico, quizá, hasta los Urales; que caminamos hacia la resurrección de la idea por la que siempre luchó.

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