Tribuna:

Disparen sobre América Central

Parece razonable pensar que ni con la conmoción de su asesinato consiguió Ignacio Ellacuría que en Europa, o al menos en España -su España-, se entienda cabalmente el mensaje por el que ofrendó su vida. Los repetía desde hace muchos años: el origen de la violencia en América Central es el atraso, la pobreza, la injusticia y la propia secular violencia de las clases privilegiadas. Aun discrepando con la víolencía guerrillera, el jesuita percibía en algunos de esos movimientos armados un aliento ético y moral, una luz de porvenir, que les coloca en la acera de enfrente (le la violencia instituci...

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Parece razonable pensar que ni con la conmoción de su asesinato consiguió Ignacio Ellacuría que en Europa, o al menos en España -su España-, se entienda cabalmente el mensaje por el que ofrendó su vida. Los repetía desde hace muchos años: el origen de la violencia en América Central es el atraso, la pobreza, la injusticia y la propia secular violencia de las clases privilegiadas. Aun discrepando con la víolencía guerrillera, el jesuita percibía en algunos de esos movimientos armados un aliento ético y moral, una luz de porvenir, que les coloca en la acera de enfrente (le la violencia instituciorial, básicamente Ínjusta y puramen-.e defensiva. Confiaba en el saridinismo y en el Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN) salvadoreño y, aunque crítico con muchos; de sus postulados, su visión (le la crisis centraomericana era distinta de la objetividad del períodismo europeo, de la ambigüedad de sus Gobiernos progresistas y, sobre todo, de las posiciones oficiales de la Iglesia católica. Como todos los religiosos progresistas que viven, estudian y trabajan en América Latina (privilegio negado a políticos Ítinerantes y obispos romanos), Ellacuría hablada de libertad, o de justicia, mucho más que de democracia: sabía que este último concepto es inherente a los otros, pero no necesariamente a la inversa.Hay en, este momento tres focos graves de conflicto en América Central: Panamá, El Salvador y Nicaragua. Puede decirse con certeza que en los tres casos la solución depende de Estados Unidos. En el primero, porque bastarían signos inequíviocos de su voluntad de cumplir con los plazos y disposiciones de los acuerdos Carter-Torrijos sobre el Canal de Panamá para arrebatar al general Noriega su único argumento y garantizar elecciones democráticas. En el caso de El Salvador, allí están las proposiciones del FMLN, desdeñadas por el Gobierno, que incluye su disolución como fuerza militar. Sólo con suspender su ayuda militar y económica, los norteamericanos podrían forzar a negociar a la extrema derecha salvadoreña. En Nicaragua, por fin, lo único que dificulta actualmente el normal desarrollo del proceso democrático (sometido de buena gana por los sandinistas a un control internacional que cualquier país rechazaría por humillante), es la negativa de Washington a cooperar en la dísolución de la contra.

En realidad, están dadas casi todas las condiciones para una paz duradera y la vigencia de regímenes democráticos en la región. Es la primera vez que un Gobierno revolucionario como el sand'nista da una batalla electoral en terreno burgués. una visión simple sugiere que este fenómeno ha sido posible pui la presión norteamericana, pero eso es olvidar que el sandínismo siempre permitió el juego opositor y que la democracia nunca existió en Nicaragua, cosa que jamás había preocupado antes a Estados Unidos. También es la primera vez que una fuerza militar y política como el FMLN, que no toma el poder en ni Salvador porque en realidad no pelea contra el Goblerno, sino contra Estados Unidos, ofrece una salida que equivale a la fundación de un Estado y una sociedad democráticos. El problema es que todo indica que Estados Unidos ni quiere cumplir con los tratados Carter-Torrijos, ni quiere negociaciones en El Salvador, ni quiere a los sandinistas en Nicaragua. Su concepción respecto a esa parte del mundo es igual a la que tenía hasta hace poco la URSS respecto de Hungría, Polonia o Checoslovaquia: deben ser Estados satélites, incondicionalmente surril sos. M lentras no se produzca un cambie radical en la política de Estados Unidos no habrá paz ni derriocracia en América Central, aunque haya elecciones.

Para Ellacuría y sus compañeros esto era evidente. "Cristiani (el presidente salvadoreño) sabe quiénes son los escuadrones de la muerte", dijo en una de sus últimas entrevistas. Por su parte, Luis de Sebastián, ex director de la Universidad Católica de El Salvador, escribió: "La muerte que habéis tenido a nianos de escuadrones del Ejército, de la extrema derecha y del Gobierno que les da todos los días un millón y medio de dólares para armas, os honra" (EL PAÍS, 17 de noviembre de 1989). Sin embargo, los Gobiernos, la Prensa y los intelectuales progresistas ecuropeos no se deciden a asumir sin rodeos la actitud que corresponde ante esa realidad. De otro rriodo no se explica que al día siguiente del asessinato de los jesuitas Violeta Chamorro declarara muy oronda en Madrid que la contra ya pasó... hace dos años que está parada", y, salvo alguna tímida excepción, nadie re¿ordará que sólo este año la contra asesinó alrededor de un millar deciviles en Nicaragua, a pesar de la tregua unilateral declarada por el Gobierno sandinista. Sólo por afán de contextualízar el problema para los lectores, se debería haber recordado -cosa que no ocurrió- que el desmantelamiento total de la contra antes de las elecciones nicaragüenses forma parte de los acuerdos de Tela, refrendados

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Carlos Gabetta es periodista y ex director del semanario argentino Periodistas.

Disparen sobre América Central

Viene de la página anterior por todos los países centroamericanos y apoyados por la ONU, la OEA y la comunidad internacional. La señora Chamorro, que recibe abierta financiación del Gobierno de Estados Unidos para su campaña electoral (del mismo modo que la contra para sus actividades armadas), fue recibida por el presidente del Gobierno. El ministro del Interior nicaragüense, Tomás Borge, ex preso político torturado por la guardia somo-cista, el mismo que liberó a sus carceleros después de la victoria y pronunció la frase "nuestra venganza será el perdón", recibe trato de intransigente por parte de la Prensa y debió contentarse con entregar un mensaje del presidente Daniel Ortega al canciller Fernández Ordóñez. Para mayor perplejidad, el subsecretario de Exteriores español, Inocencio Arias, regresó del entierro de los jesuitas en San Salvador afirmando que el presidente Cristiani es "franco,

lúcido y bienintencionado". Puesto que nada permite dudar de las intenciones pacificadoras y democráticas del Gobierno español en América Central, cabe atribuirle escandalosa ingenuidad o inexplicable tibieza ya que no se entiende adónde conducen esos elogios. Lo ocurrido en San Salvador es tan grave y su origen tan evidente, que si Cristiani respondiera a uno solo de los calificativos que le endilgó Arias, ya hubiera dimitido.

Pero esto no es nuevo. Durante los largos años de gobier

no del democristiano José Napoleón Duarte, los Gobiernos y la opinión pública occidentales se empeñaron, contra toda evidencia, en encontrar razones para suponer que éste era algo más que la solución norteamericana al problema salvadoreño y que buscaba realmente una salida democrática a la guerra civil. En ese tiempo las fuerzas armadas y los grupos paramilitares asesinaron a millares de salvadoreños y la guerra se acrecentó. Ahora se intenta encontrarle un perfil democrático a Cristiani un representante directo de la oligarquía y la derecha, con un afán de comprensión tan fervoroso como la impaciencia que transformó al sandinismo, en poco tiempo, en un nuevo coco estalinista. Esto se acepta sin más, omitiendo no sólo el perdón a los somocistas, sino la vigencia de partidos de oposición y de un sector privado y otro cooperativo, junto al estatal, desde el principio de la revolución. Se acepta también sin ma

yor análisis la generalizada opinión delfracaso económico sandinista, olvidando que la economía nicaragüense dio buenos resultados hasta que comenzó a operar la contra, se intensificaron los sabotajes y la sociedad se deslizó desde la reconstrucción y el aprendizaje de la libertad hacia la guerra. ¿Cuál hubiera sido la evolución del sandinismo (y aun de la revolución cubana, 30 años atrás) si no hubiera tenido que enfrentarse nada menos que a Estados Unidos?

Pero esa pregunta es inicua ahora, porque no se les ha dado la oportunidad y el mundo ha cambiado. De lo que se trata es de encontrar soluciones realistas a una situación de crisis generalizada, para lo cual parece evidente que la presión de la comunidad internacional debe orientarse hacia el Gobierno y la opinión pública norteamericanos. Un giro europeo hacia posiciones más desprejuiciadas en el análisis y más firmes ante

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