HACÍA UNA NUEVA EUROPA

Una revolución improvisada

Ya nadie se afeita, nadie duerme, nadie come, nadie lava la ropa ni ordena la casa. No hay tiempo, suficiente para vivir y asumir el giro que ha tomado la situación en Checoslovaquia. La gente sólo quiere estar en la calle para contarse lo último. Sólo bebe y se ríe. Y lo único que tienen claro es que sigue en pie la lucha. Centenares de personas se agolpaban en la madrugada de ayer en los escaparates para ver por primera vez en televisión las imágenes de la represión de la manifestación del pasado viernes 17. Aquel día, 38 personas resultaron heridas, 10 de ellas de gravedad.Mientras, los opo...

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Ya nadie se afeita, nadie duerme, nadie come, nadie lava la ropa ni ordena la casa. No hay tiempo, suficiente para vivir y asumir el giro que ha tomado la situación en Checoslovaquia. La gente sólo quiere estar en la calle para contarse lo último. Sólo bebe y se ríe. Y lo único que tienen claro es que sigue en pie la lucha. Centenares de personas se agolpaban en la madrugada de ayer en los escaparates para ver por primera vez en televisión las imágenes de la represión de la manifestación del pasado viernes 17. Aquel día, 38 personas resultaron heridas, 10 de ellas de gravedad.Mientras, los opositores han organizado la perfecta infraestructura de una revolución improvisada. Los estudiantes de medicina se han colocado una cruz roja al hombro, un botiquín portátil y corren de un lado a otro de las concentraciones atendiendo a los desmayados. Otros se han convertido en guardias de seguridad. Y actores y estudiantes viajan a los pueblos para informar en las provincias sobre los hechos en la capital. De repente, en tan solo una semana, todos se han unido para hacer posible una revuelta pacífica y masiva. Eva, por ejemplo, llegó ayer a Praga desde Ostrava, cuarta ciudad del país, porque allí no saben nada. La acompañan su marido, sus dos hijos y su hermano: "No quería que los niños se perdieran esto, D¡os mío".

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Y la plaza de San Wenceslao, el lugar siempre elegido para la protesta en Praga, ya no da más de sí. Los opositores tuvieron ayer que reunirse en la plaza de Letna, la explanada destinada a desfiles militares, para celebrar la caída de Jakes.

Tampoco faltaron desmayos en un acto emocionado al que sumaron todos los campesinos llegados ayer a Praga por la mañana para participar en la multitudinaria misa que el cardenal Frantisek Tomasek celebró en la catedral de San Vito. Los católicos checoslovacos celebraban así la reciente canonización de su compatriota Santa Inés. Tomasek, de 90 años, es también una pieza clave en este país de profundas raíces católicas. El representante de la Iglesia checoslovaca declaró en días pasados que "el Foro Cívico es el único portavoz válido de la nación", y condenó duramente el regimen de Milos Jakes.

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