Tribuna:ENSEÑANZAS DE LA MÚSICA

Cantores frente al miedo

El recital de los cantantes Contra el miedo ha sido el único acontecimiento que en los últimos años ha reunido en un Euskadi lluvioso a un número múltiple e indeterminado de creencias, de ex creencias y de acracias que alguna vez llegaron a sentirlo o temerlo. Más de un robusto del lugar se tragó la lágrima, pero muchos, a uno y otro lado del escenario., no lograron ni quisieron disimularla. Se trataba de responder con canciones a la amenaza y la violencia en una tierra húmeda y verde, "cuya noche desnuda", como dice el poema de Sarrionaindía, "fue penetrándoles hasta la niña del atónit...

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El recital de los cantantes Contra el miedo ha sido el único acontecimiento que en los últimos años ha reunido en un Euskadi lluvioso a un número múltiple e indeterminado de creencias, de ex creencias y de acracias que alguna vez llegaron a sentirlo o temerlo. Más de un robusto del lugar se tragó la lágrima, pero muchos, a uno y otro lado del escenario., no lograron ni quisieron disimularla. Se trataba de responder con canciones a la amenaza y la violencia en una tierra húmeda y verde, "cuya noche desnuda", como dice el poema de Sarrionaindía, "fue penetrándoles hasta la niña del atónito ojo". Y los cantantes lo sabían, por eso regalaron unas palabras de añadidoa sus músicas: "No me importa. que me señalen con el dedo", afirmaba Amaya Uranga: Todos, sin excepción, tomaron la frase por Imanol Larzábal antes de cantar. Y es que, "bajo la luz de las mudas estrellas de Euskadi, la sangre caliente se sigue d.erramando". Elisa Serna, con mantón rojo, dio la primera voz, y, tras ella, Pablo Guerrero, Basabe, Knorr, Eizmendi, Urko, Pi de la Serra, Pastor, Krahe, Amaya, Morente, Labordeta, Sabiria, Ibáñez, Aute y Rosa León subieron y bajaron con sus temas, de soledad, humor y compromiso, en la medida en que cada uno se ha ido reencontrando a lo largo del tiempo, sin perder el motivo por el que estaban fraternalmente juntos. Alternaron ambos idiomas, vasco y castellano, ante el respeto solemne de los no bilingües y la palabra entrecortada por la emoción de las presentadoras. Y es que ni las palabras, ni la emoción, ni la asistencia de aquellos miles de testigos estaban previstas de antemano; ni siquiera se había fijado el título de la canción que cada uno había de interpretar, y no por falta de interés. Existía, eso sí, una especie de implicación azarosa y solidaria que ayudaría a nombrar esa extraña hermandad que fue tejiéndose en el aire. Así, José Antonio Labordeta decidió en el último momento recuperar su clásico Habrá un día en que todos que hizo del estadio una candela, que Aute y Rosa León volvieran a alentar al entonar Al alba, y todos, finalmente, con el A galopar, de Alberti-Ibáñez. El oído múltiple de Anoeta halló en la canción el mejor antídoto contra el miedo de muchos, o de todos, y el espejo más implacable y crítico del tiempo. Las canciones de ayer, recuperadas en la Euskadi lluviosa de hoy, mostraban el mismo carácter ético y defensivo de hace ya 15 años, pero fluían de nuevo estimulantes, contestonas y adolescentes en su indignante actualidad, dispuestas a invertir al enemigo que se gane este nombre -quizá por ello el arte resiste sobre la ideología y la historia, y es el último que nombra la verdadera vida- frente a la intolerancia; reaparecen de pronto como si constituyeran patrimonio verbal en reserva de colectivos innominados, y permanecen prestas a transformarse en memoria palpable ante la amenaza.Todos esos cantantes tienen obras menos contestatarias y de moda (alguno sufrió un levísimo lapsus de texto), más cercanas a su presente peninsular; casi todos cuentan con equipos de músicos y artefactos sonoros capaces de emular a sus rivales de otra generación. El mismo Imanol ha pasado, de interpretar temas ligados estrechamente a la comunicación contextual, a componer baladas, habaneras y canciones de cuna de inusitada calidad. Eso es lo que nadie ha querido ver estos días: ni la Prensa que escribe de él alarmada por la noticia política de su amenaza, ni quienes amenazan y disienten. ¿O es que quizá lo han entendido demasiado bien?

Propuesta

Me refiero a las canciones que Imanol ha compuesto en los últimos años, capaces de alojar en su interior una nueva propuesta (palabra quemada por demás)que va delante -por ser arte- de todo lo que la historia afirma. Es un alivio escuchar, musicadas por él, en palabras de jóvenes poetas vascos, que Euskadi "es un bosque y no tiene árbol genealógico, / es una flor y no tiene altar, / es mar y no tiene almirante, / es un libro y no tiene sotana", en un tiempo en que hablar del País Vasco en el resto de España es, en primer lugar, tocar mucha madera. Pocos entienden que cantar esto es hacer la crónica de su país y de su gente -"ahí mismo, junto a la desgracia, ahí caen en la red las palomas, / mientras aquí en mi lagar hago yo zumo de salvajes penas"- y la crónica de la esperanza de su pueblo. Y eso es lo que todavía no se explica. El País Vasco está lleno de ex de todas las creencias, cosa bastante sana, por cierto; pero seguramente no hay muchos ex artistas cuyo presente abrigue la transparencia y la ética de quien ha tenido el gesto, consecuente, de titular su penúltima y bellísima obra con un significativo Mea kulpariz ez (no es mi culpa), a través de la cual nombra a una generación capaz de admitir ante el fanático cometer de cada día pecado de esperanza. Hoy por hoy, el escribidor de la amenaza, por las salpicaduras de otra muerte no parece todavía sensible a las canciones, ni al silencio atento de su pueblo, ni a la lágrima de Labordeta caída sobre el zapato del niño Akaitz, ni al único equipaje, la palabra, que se tiende, cuando ya es demasiado, como único visado en la frontera del terror.

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