Tribuna:'ROCK'

Paradojas de la vida y la canción

Las sensaciones eran encontradas. Un continuo ir y venir entre la alabanza de la normalidad y la añoranza del exceso. El pabellón del Real Madrid, abarrotado hasta la bandera, mostraba -por ráfagas- el aspecto de tantas noches pasadas al amor de los heavies, de la potencia mitifiicada y la anulación de los sentidos. Y sin embargo todo había cambiado. En el escenario no estaban ni Motorhead, ni Saxxon, ni AC,/ DC, ni siquiera Obús que sólo se lo hacían en su moto. Lo ocupaban casi los mismos que diez años atrás se presentaban en el teatro Alfil, en el Rockola y en donde podían, declarand...

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Las sensaciones eran encontradas. Un continuo ir y venir entre la alabanza de la normalidad y la añoranza del exceso. El pabellón del Real Madrid, abarrotado hasta la bandera, mostraba -por ráfagas- el aspecto de tantas noches pasadas al amor de los heavies, de la potencia mitifiicada y la anulación de los sentidos. Y sin embargo todo había cambiado. En el escenario no estaban ni Motorhead, ni Saxxon, ni AC,/ DC, ni siquiera Obús que sólo se lo hacían en su moto. Lo ocupaban casi los mismos que diez años atrás se presentaban en el teatro Alfil, en el Rockola y en donde podían, declarando su enamoramiento por la moda juvenil y la botánica.Los inquietos devinieron en la nueva Academia. Muchos quedaron por el camino. Los que se mantuvieron demostraron su capacidad de entronque con los más jóvenes, con quienes asisten a estos actos con un talante diferente. Todo parece indicar que un concierto ahora es parte -sólo parte- de un intento sensato de disfrutar de los pequeños placeres de la vida. Vestuario ecléctico, miradas controladas, ausencias de tribus, heterogencidad y pocos vómitos. Un público dispuesto a corear las canciones de uno de sus grupos favoritos sin necesidad de convertir el acto en un ritual de afirmación personal o colectiva.

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Atrás quedaban las noches intensas, los viajes interiores que solían acabar en el lavabo de caballeros, la necesidad de exhibir un concepto del mundo en la mirada o en la chupa. De la desespei-ación a la salud. Hoy los jóvenes cantan, aplauden, disfrutan y se van a sus domicilios familiares sin más. Nadie necesita explícar por qué no se asaltó el Palacio de Invierno, quizá porque el Palacio de Invierno hace tiempo que se reconvirtió en un establecimiento de comída basura.

Y al mismo tiempo -paradojas de la vida- cuando el público convierte el rito en pasatiempo, cuando la normalidad irrumpe en el delirio, el cantante, el grupo, anhela la trascendencia: salvar la selva amazónica, reívinclicar los Derechos Humanos, deminciar el negocio de la droga. Un futuro de problemas irresueltos que comienzan a formar parte del espectáculo.

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