LA LIDIA / ARANJUEZ

Lecciones para Aparicio

Un apático y desganado Julio Aparicio recibió ayer en Aranjuez una lección de cada uno de sus compañeros de cartel. La de Luguillano fue de profesionalidad y pundonor. La del reaparecido Ponce, de torería. Aparicio defraudó la expectación que levantó entre los aficionados, aunque fue muy ovacionado por muchos personajes de la jet, cuyas caras y otras partes de su anatomía son fruto codiciado de las revistas del corazón, y que tienen en Julito, como le llaman, a su nuevo ídolo.Los diestros estuvieron, en líneas generales, por debajo de los cenceños novilletes. Pero, por ejemplo, L...

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Un apático y desganado Julio Aparicio recibió ayer en Aranjuez una lección de cada uno de sus compañeros de cartel. La de Luguillano fue de profesionalidad y pundonor. La del reaparecido Ponce, de torería. Aparicio defraudó la expectación que levantó entre los aficionados, aunque fue muy ovacionado por muchos personajes de la jet, cuyas caras y otras partes de su anatomía son fruto codiciado de las revistas del corazón, y que tienen en Julito, como le llaman, a su nuevo ídolo.Los diestros estuvieron, en líneas generales, por debajo de los cenceños novilletes. Pero, por ejemplo, Luguillano, después de una labor encimista pero valiente ante el que abrió plaza, resultó cogido espectacularmente al entrar a matar al novillete, que le volteó ensañándose con él.

Montalvo / Luguillano, Aparicio, Ponce

Novillos de Montalvo, terciados, con pocas fuerzas, mansos y noblotes. David Luguillano: aviso y ovación, silencio. Julio Aparicio: división, más pitos que palmas. Enrique Ponce: silencio, vuelta. Plaza de Aranjuez, 22 de abril

Luguillano se escapó de los compañeros que le llevaban desmadejado a la enfermería y, pese a su cara ensangrentada, pálida y macilenta, volvió al ruedo para despenar a su enemigo en un gesto de rabia y profesionalidad. Después pasó a la enfermería, donde se le apreció un puntazo en el escroto, magulladuras y posible esguince de tobillo. Salió mermado para lidiar al cuarto, al que extrajo algún rutilante y aislado pase, y regresó cojeando a la enfermería entre aplausos por su bizarro comportamiento.

La lección de Ponce ocurrió en el sexto, un berrendo calcetero rabicano y lucero, cuyo escaso celo supo prender en la muleta con técnica y valor, a base de consentirle cargando la suerte. De su inspiración brotó un toreo hondo y entregado, de rutilante embeleso, sobre todo en los redondos y cadenciosos adornos. Aunque bajó algo el tono con la izquierda, su arte alborotó los tendidos. Falló con la tizona, como de costumbre, pero se marchó contento y con la satisfacción del deber cumplido. En el otro no se acopló, pese a sus reiterados intentos.

Aparicio, que hoy actúa en Sevilla, no pudo o no quiso demostrar su toreo de sentimiento y calidad, que administra con cuentagotas. Se contentó con un trincherazo de tronío en toda la tarde. El resto fue deambular a prudencial distancia, con mucha mandanga y escasa entrega.

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