Crítica:TEATRO /

Reino del caos

En un escenario coinciden tres o cuatro hechos distintos: un equipo de televisión rueda algo andalucista, otra organización prepara la elección de la reina de Andalucía, un mago y su discípulo merodean para hacer algunas ilusiones y, no se sabe bien por qué, otras personas recuerdan fragmentos de La estrella de Sevilla y otras obras de Lope. Luis J. Cícero y Carlos Gandolfo firman el texto, y este último asume la dirección. Citan otras fuentes para su espectáculo: una zarzuela de los Quintero, Los cómicos de la legua, de Oliver; La tempestad, de Shakespeare. Se podría cita...

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En un escenario coinciden tres o cuatro hechos distintos: un equipo de televisión rueda algo andalucista, otra organización prepara la elección de la reina de Andalucía, un mago y su discípulo merodean para hacer algunas ilusiones y, no se sabe bien por qué, otras personas recuerdan fragmentos de La estrella de Sevilla y otras obras de Lope. Luis J. Cícero y Carlos Gandolfo firman el texto, y este último asume la dirección. Citan otras fuentes para su espectáculo: una zarzuela de los Quintero, Los cómicos de la legua, de Oliver; La tempestad, de Shakespeare. Se podría citar también a Pirandello y al sistema de teatro dentro del teatro. Los actores duplican o triplican sus actuaciones, pasan de un grupo a otro, o algún personajes lo hacen dos personas distintas. Todo el primer acto es indescifrable. Las guapas chicas y los ágiles muchachitos bailan de cuando en cuando, y bien; se oye opaca, al fondo, la voz grabada de Enrique Morente, y también músicas de Castillo, Satie, Haendel, Elgar y Paniagua. El ritmo de las músicas andaluzas es tradicional-moderno, sin exageraciones, como las buenas coreografías; los trajes son vistosos, coloristas y a veces deslumbrantes, el decorado se organiza con cuatro o cinco trastos útiles, y todo esto distrae un poco, aunque no ayude a la concentración necesaria para tratar de entender lo que se proponen los autores. Quizá la creación del caos, que luego van depurando poco a poco. Quizá nada; simplemente: hacer un espectáculo andalucista, o buscar las ocasiones para el dramaturgismo sin sentido; la, caricia de las pinceladas luminosas, o el servicio que se les encomienda hacia un encargo que no sea definitivamente tópico.En el segundo acto se acentúa un poco el deseo de organizar algo el caos, en busca de Lope y gracias a sus versos, que muchas veces se dicen bien , otras con un deje andaluz que siempre agrada cuando lo utilizan personas que lo tienen como propio; y otras mal, por ignorancia. Se forma el triángulo entre el rey, Estrella, el amante y el hermano, salta a primer plano el honor y el terrible juego de contradicciones del Siglo de Oro, por el cual los autores mandaban hacer a sus personajes cosas odiosas y ajenas a sus deseos. Pasan todo eso, y el mago ayuda a la resolución del caos para que aquello termine, y todos se concilian, y se suben al tiovivo) del escenario giratorio, y hay más bailes, que es lo principal y en lo que no hay fallos.

La reina de Andalucía

De Luis J. Ciervo y Carlos Gandolfo, basado en textos de Lope de Vega.Música de Rafael Riquens. Coreografía de Enrique Marín. Escenografía y vestuarios de Isidre Pruner y Montse Amenos. Dirección de Carlos Gandolfo. Producción del Centro Andaluz de Teatro de la Junta de Andalucía. Teatro Español. Madrid, 29 de marzo.

Carlos Gandolfo está lejos de ser un niño tiene una larga experiencia, una abundante maestría, y se le deben muy buenos espectáculos. Parece que esta vez no ha querido llevar al escenario su solvencia tradicional, sino proporcionar algo nuevo: el fantasma de lo moderno atrae a quien quiere perder. De todas formas su solvencia consigue a veces muy bellas imágenes, que sabe hacer y deshacer, y a ella se añade la lozanía de sus compañeros actores y actrices. Y ese espíritu andaluz que otros no consiguen sacar adelante.

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