Aparece en Italia un libro de anécdotas gastronómicas de grandes músicos

A Bach le gustaba el vino de Franconia y solía hacerse mandar botellas a cambio de sus servicios como reparador de órganos. En la contabilidad de los príncipes romanos Ruspoli figuran gastos en concepto de nieve que Haendel utilizaba, a su paso por la ciudad eterna, para mantener fresco el néctar de Baco. Y Schumann apoyaba frecuentemente su inspiración en una copa de champaña. El anecdotario es extenso y Franco Onorati, alto cargo de una entidad bancaria romana, ha tenido el humor de recogerlo en un volumen, publicado en Italia y significativamente titulado Libiamo, libiamo ...

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A Bach le gustaba el vino de Franconia y solía hacerse mandar botellas a cambio de sus servicios como reparador de órganos. En la contabilidad de los príncipes romanos Ruspoli figuran gastos en concepto de nieve que Haendel utilizaba, a su paso por la ciudad eterna, para mantener fresco el néctar de Baco. Y Schumann apoyaba frecuentemente su inspiración en una copa de champaña. El anecdotario es extenso y Franco Onorati, alto cargo de una entidad bancaria romana, ha tenido el humor de recogerlo en un volumen, publicado en Italia y significativamente titulado Libiamo, libiamo (editorial Il Vantaglio).

Onorati se define a sí mismo como musicógrafo. Sus experiencias derivan de la asistencia a conciertos y óperas desde hace 40 años y, desde luego, de una observación desenfadada del hecho musical.

Pero Onorati tiene otra secreta afición: la gastronomía. Es coordinador de una publicación, significativaínente titulada L'Apollo buongustaio (Apolo 'gourmet'), que recoge artículos en clave humorística de escritores de toda Italia sobre folclore gastronómico. En la revista han colaborado, entre otros, Pier Paolo Pasolini y Leonardo Sciascia. El cruce de los dos caminos ha llevado a Franco Onorati a publicar ahora un libro que él define como de gastronomía musical. "Un libro", añade, "que por encima de todo pretende hacer sonreír. Se trata de desmitificar a los compositores, humanizarlos".

Teutones y mediterráneos

Onorati ha dedicado una parte importante del volumen al análisis de los brindis en la ópera. Lejos de limitarse a un simple registro de situaciones o anécdotas, ha llegado a elaborar una teoría propia sobre el brindis que califica como "mediterráneo" en contraposición con el que llama "brindis nórdico-wagneriano". "Mientras que en las óperas italianas, como Traviata o Cavallería, se suele brindar en términos positivos, como fiesta vital, en la ópera teutónica el brindis está relacionado con elementos negativos: el elixir, que en L'Elisir d'amore es, como el mismo título indica, sólo de amor, en Tristán e Isolda se convierte en filtro de amor y muerte". No le faltan ejemplos en la obra de Wagner para abundar en su teoría: el filtro que Sieglinde proporciona al marido Hunding (La valquiria) o aquel otro que Siegfried ingiere, olvidando súbitamente su pasión por Brunilda (El oro del Rin), son muestras poco festivas.Pero Franco Onorati no limita sus investigaciones al vino. En el capítulo dedicado a Rossini, fuente inagotable de anécdotas relacionadas con la gastronomía, el musicógrafo prefiere fijarse en otra materia líquida que no debe faltar nunca como colofón de todo buen ágape: el café. Tanto L'italiana in Algeri como Il turco in Italia le suministran dos buenos ejemplos de utilización del negro brebaje en la ópera. De ahí a una serie de consideraciones sobre la conocida Cantata del café de Bach media sólo un paso, que Onorati da, naturalmente.

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