Romper el 'statu quo'

"Si quisiera, John Garang podría llevar a cabo la secesión del Sur", explica Eduardo Daku, un sudanés originario de la región sureña de Juba. Su tribu, mayoritaria en la provincia de Equatoria, mantiene una rivalidad con los dinka, principal soporte étnico de la guerrilla del ELPS. Eso explica que Daku no comparta del todo los métodos ni los objetivos de las gentes del líder guerrillero Garang, que en diversas ocasiones se han lanzado al ataque de poblados civiles, violación de mujeres y robo del ganado.

La oposición de la Organización para la Unidad Africana (OUA) a que se produzca una...

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"Si quisiera, John Garang podría llevar a cabo la secesión del Sur", explica Eduardo Daku, un sudanés originario de la región sureña de Juba. Su tribu, mayoritaria en la provincia de Equatoria, mantiene una rivalidad con los dinka, principal soporte étnico de la guerrilla del ELPS. Eso explica que Daku no comparta del todo los métodos ni los objetivos de las gentes del líder guerrillero Garang, que en diversas ocasiones se han lanzado al ataque de poblados civiles, violación de mujeres y robo del ganado.

La oposición de la Organización para la Unidad Africana (OUA) a que se produzca una se cesión en Sudán es una de las razones que impiden a Garang dar el paso de la ruptura definitiva. Además, la proclamación de un Estado independiente en el Sur pondría en entredicho el apoyo dado por Addis Abeba al ELPS, en contrapartida al santuario dado por el Gobierno sudanés a la guerrilla independentista de Eritrea.

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El acuerdo de paz se considera la única forma de desbloquear la situación que impide al país salir de la crisis económica.

Los recientes reveses sufridos en el Sur por las tropas gubernamentales han consolidado el malestar del Estado Mayor sudanés que, ante la falta de recursos para hacer frente a la guerrilla, decidió imponer hace dos semanas un ultimátum al primer ministro Sadiq el Mahdi, para obligarle a que alcance un arreglo que evite más humillaciones.

Al borde del golpe de estado militar, y arrastrado por el Caos creado por dos semanas de huelga y protestas callejeras, Mahdi, por fin, anuncié el pasado sábado su decisión de disolver el Gobierno y formar una nueva coalición con la participación de todas las fuerzas políticas. El anuncio el miércoles de su próxima adhesión al acuerdo de paz firmado por el PUD y el envío de negociadores al Sur, ha abierto las esperanzas a un próximo establecimiento del alto el fuego entre el ejército y la guerrilla.

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El precio de su permanencia en el poder ha sido el sacrificio de sus aliados los integristas, única fuerza política que sigue defendiendo la solución militar del conflicto y negándose a negociar con los rebeldes. Pero la presencia de éstos en el Parlamento —donde el partido fundamentalista y el partido de la Umma son mayoría— y la desunión de las fuerzas opositoras ha impedido la elaboración de algunas reformas con las que Mahdi contaba dar pruebas de su buena voluntad al ejército, que observa con escepticismo estos gestos.

La visita efectuada por Mahdi a Trípoli el pasado lunes, justo después de que los militares le pidieran el abandono de su política prolibia, ha aumentado la desconfianza del Estado Mayor y las probabilidades de un golpe.

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