Naranja y limón

Para comprender por qué España puede conseguir una colección por la que suspiran países mucho más ricos es preciso tener en cuenta varios hechos, algunos de los cuales pertenecen a los intangibles. De nuevo, el factor humano.

Según fuentes españolas de la negociación, para Thyssen es absolutamente indispensable que la colección se mantenga unida. Entre otras cosas porque ése ya fue el deseo de su propio padre, que para ello creó una fundación. Pero líos de herencias torcieron esta voluntad, y fue en el empeño de respetarla cómo Thyssen comenzó a recomprar cuadros a los otr...

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Para comprender por qué España puede conseguir una colección por la que suspiran países mucho más ricos es preciso tener en cuenta varios hechos, algunos de los cuales pertenecen a los intangibles. De nuevo, el factor humano.

Según fuentes españolas de la negociación, para Thyssen es absolutamente indispensable que la colección se mantenga unida. Entre otras cosas porque ése ya fue el deseo de su propio padre, que para ello creó una fundación. Pero líos de herencias torcieron esta voluntad, y fue en el empeño de respetarla cómo Thyssen comenzó a recomprar cuadros a los otros herederos. Hoy es un experto internacional en arte, y su colección no es sólo la primera o segunda del mundo en manos privadas (la otra es la de la reina de Inglaterra), sino la última posible en su estilo: ya no salen cuadros de esa importancia al mercado, y si salen lo hacen para romper records de precios.

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La condición innegociable de no desunir la colección decide su paradójica depreciación: pues si bien un Van Gogh alcanza en el mercado los 5.000 millones de pesetas, la docena de impresionistas que decoran la casa del barón en Chester Square, Londres, es algo casi inmanejable. Y esto lo saben los cuatro hijos de los cuatro primeros matrimonios del barón: saben que nunca, en ninguna circunstancia, podrán dispersar las 700 obras maestras que convierten la pinacoteca Thyssen en algo codiciable sólo por los muy poderosos. Pero los herederos quieren una compensación. Quien lo haga, no compra la colección, sino que compensa a los herederos.La fundación Getty, con tanto dinero que ha desequilibrado los precios del arte, fue la primera candidata. Al parecer el barón le había ofrecido ya sus cuadros cuando el duque de Badajoz, viejo amigo suyo, le convenció para que también informara a España.

Muchos novios

El encuentro se produjo al acudir Carmen Cervera y Javier Solana a recibir los premios de una peña de periodistas: Ella el naranja y él el limón. Solana quedó deslumbrado con la oferta. Jorge Semprún se esfuerza en rematar la faena: pasó días de vacaciones en- la Villa Favorita, la residencia Thyssen en Lugano. Muy altos personajes españoles apoyan la candidatura.

Pero las negociaciones trascendieron, a la colección le salieron cantidad de novios y la cotización subió. Las ofertas más importantes (pues las ha habido pintorescas) han venido de Japón, las ciudades de Stuttgart y Bonn, apoyadas por el canciller Kohl, la propia Suiza, que la ha conservado hasta el momento, París, que habría ofrecido el Petit Palais, y el Reino Unido, tardío candidato pero poderoso: Margaret Thatcher y el príncipe Carlos se han empeñado en el asunto y al parecer insisten.

España tiene bazas de importancia. La primera es la baronesa Carmen Cervera, que aboga sin disimulo por su propio país. La segunda es que la colección se alojaría en el palacio de Villahermosa, situado nada menos que frente al museo del Prado, uno de los más visitados del mundo. Y es que el barón, como todo artista, quiere mostrar su obra.

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