"Demassiao"

"¿Qué tal, tío?". "¡Demassiao! Yo es que flipo. Contesté a todas las preguntas, pero la verdad es que no entendí la mitad del texto. Qué flipada, tío. De alucine. Nos han puesto un texto que te cagas... A nivel axiológico... o algo así, decía al final... No te jode...Los corros se abren y se cierran nerviosamente en torno a cada uno de los que van saliendo del aula. El periodista intenta comprender algo de esta jerga infernal. Y lo curioso es que los comentarios se refieren al examen de lengua española. Uno se pregunta si el examinador no debería evaluar el dominio de la materia ...

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"¿Qué tal, tío?". "¡Demassiao! Yo es que flipo. Contesté a todas las preguntas, pero la verdad es que no entendí la mitad del texto. Qué flipada, tío. De alucine. Nos han puesto un texto que te cagas... A nivel axiológico... o algo así, decía al final... No te jode...Los corros se abren y se cierran nerviosamente en torno a cada uno de los que van saliendo del aula. El periodista intenta comprender algo de esta jerga infernal. Y lo curioso es que los comentarios se refieren al examen de lengua española. Uno se pregunta si el examinador no debería evaluar el dominio de la materia precisamente aquí, fuera del aula, donde el alumno hace gala de su cabal dominio del idioma.

Uno de los profesores que han acompañado a sus alumnos al examen comenta: "La verdad es que nos pasamos la vida enseñándoles las estructuras de la lengua española, conceptos y teorías más o menos cabalísticos..., todo eso que constituye el marchamo oficial de la cultura; pero basta con escucharles un momento para comprobar que muy pocos son capaces de colocar diez o doce palabras juntas y construir un discurso mínimamente lógico...

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Otro profesor, menos pesimista, intenta consolarnos a todos no con demasiado convencimiento: "Creo que no se puede concluir tan tajantemente que los alumnos no saben expresarse. Una cosa es el lenguaje argótico, su peculiar jerga de grupo y de barrio, y otra muy diferente el que utilizan en otras situaciones sociales. Yo creo que todos saben aplicar a cada situación el código adecuado. Vamos, me parece a mí".

El flipe del alumno de nuestra historia había sido provocado, al parecer, por este párrafo del texto que se les encomendó analizar: (...) "El viejo vocablo griego es hoy de pródiga predicación en las esferas de la política, de la religión, de la economía, de las artes, etcétera; y se habla tanto de desmitificar como de mitificar, entendiendo por tal la refutación crítica de una ideología o la injustificada elevación a nivel axiológico u ontológico superior de una doctrina, de una persona, de meros objetos materiales".

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