Cartas al director

Una sorpresa en Nicaragua

En el editorial Una sorpresa en Nicaragua, de fecha 11 de junio, se describe la actual situación de las negociaciones, la incertidumbre que se cierne sobre el proceso de Esquipulas, los intereses norteamericanos, la nueva línea dura de la contra encabezada por Enrique Bermúdez, etcétera, pero hay al menos dos cuestiones que presenta con timidez y escasa claridad. La ambigüedad en estas circunstancias se convierte en un arma a favor de los partidarios de la agresión bélica.En primer lugar duda de que detrás del ex coronel somocista Enrique Bermúdez esté la política dominante en la...

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En el editorial Una sorpresa en Nicaragua, de fecha 11 de junio, se describe la actual situación de las negociaciones, la incertidumbre que se cierne sobre el proceso de Esquipulas, los intereses norteamericanos, la nueva línea dura de la contra encabezada por Enrique Bermúdez, etcétera, pero hay al menos dos cuestiones que presenta con timidez y escasa claridad. La ambigüedad en estas circunstancias se convierte en un arma a favor de los partidarios de la agresión bélica.En primer lugar duda de que detrás del ex coronel somocista Enrique Bermúdez esté la política dominante en la Casa Blanca, afirmando que "probablemente los sectores de la Administración Reagan..." estén respaldando esa línea dura. Cualquiera que siga a media distancia el conflicto centroamericano, o venga leyendo las noticias de EL PAÍS, no dudará de algo que es tan evidente como que dos y dos son cuatro en el sistema decimal.

La segunda es que usted elude la responsabilidad de buscar responsables, cuando acostumbran a hacerlo en otras ocasiones. Decir que "es difícil establecer quién es el responsable cuando fracasa una negociación tan compleja" es ser benigno con la contra y tolerante con la guerra en Centroamérica. Si usted reconociera que la Administración de Reagan ciertamente está detrás de E. Bermúdez, las responsabilidades quedarían claras. Usted sabe que el Ejército de Honduras tuvo que intervenir para separar a las partes de la contra, que llegaron al punto de combatirse con las armas, partidarios de pactar acusados de traidores y partidarios de continuar la guerra encabezados por el ex coronel. Que a los comandantes contra acusados de traidores Toño, Fernando y Omar les sacaron de la contienda y mandaron a Miami. Calero, destituido; etcétera. ¿Todo ello quién lo manejó, sino la Secretaría de Estado para Asuntos Latinoamericanos, al frente de la cual está Eliott Abrams?

Con la nueva correlación de fuerzas favorable a Bermúdez, la cúpula acude a la nueva ronda, por fin en Managua, el 26 de mayo. La nueva imagen cívica la da ahora Alfredo César, apodado el socialdemócrata, mientras Bermúdez pasa a ser la garantía de confianza de los militaristas de la Casa Blanca. Lo más sobrecogedor es lo que sigue: se presentaron con una nueva propuesta democratizadora y Managua la aceptó no más y pidió la firma inmediata. Desconcertados, salieron para Miami prometiendo volver. Y volvieron el 9 de junio, pero ahora no sólo pedían la Luna, sino además el Sol.

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En Nicaragua se están produciendo las mayores iniquidades que puedan imaginarse. La contra acude representando una farsa; dice ser garantía de la democracia y el mundo se lo cree, pero de los sandinistas se sospecha de tener doblez. Estas iniquidades deben de ser conocidas por la opinión pública internacional. Por eso hacen falta árbitros internacionales allí. Hace falta una CIVS (Comisión Internacional de Verificación y Seguimiento) para que nos podamos enterar y el Gobierno español debe integrarla. La Prensa sola no es suficiente.- Responsable del Área de Información de la Asociación de Amistad Hispano-Nicaragüense Rubén Darío.

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