EL PAPA EN PARAGUAY

Apoteosis indígena en Mision Teresita

El indio Maskoy se quejó ante el Papa de que los blancos tratan con mayor mimo a los animales que a ellos

Juan Pablo II regresa esta tarde al Vaticano, tras haber sido despedido por un sol espléndido que contrastaba, según los creyentes paraguayos, simbólicamente con la borrasca de agua y viento que había puesto patas arriba toda la ceremonia de bienvenida. Ayer, el papa Wojtyla celebró su 68º cumpleaños, despertado a las seis de la mañana por los cantos de las serenatas juveniles que se reunieron bajo su ventana de la nunciatura, mientras que el régimen, en el diario Patria, caliricaba de "puñalada trapera" y de "manipulación indecorosa y sectaria" lo que aquí le había preparado la progresista Ig...

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Juan Pablo II regresa esta tarde al Vaticano, tras haber sido despedido por un sol espléndido que contrastaba, según los creyentes paraguayos, simbólicamente con la borrasca de agua y viento que había puesto patas arriba toda la ceremonia de bienvenida. Ayer, el papa Wojtyla celebró su 68º cumpleaños, despertado a las seis de la mañana por los cantos de las serenatas juveniles que se reunieron bajo su ventana de la nunciatura, mientras que el régimen, en el diario Patria, caliricaba de "puñalada trapera" y de "manipulación indecorosa y sectaria" lo que aquí le había preparado la progresista Iglesia de Paraguay.

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JUAN ARIAS ENVIADO ESPECIAL, Y es que no ha tenido lugar sólo la manifestación contra el régimen de los constructores de la sociedad, sino que hubo también el histórico discurso del indígena Maskoy, pronunciado ante el Papa en Misión. Teresita, cerca de Mariscal Estigarribia, ante 25.000 indios, llegados algunos, con enormes sacrificios, hasta de Brasil y de Bolivia, pertenecientes a ocho etnias y lenguas diferentes. Maskoy, vestido a la europea, fue leyendo su discurso con dificultad para pronunciar ciertas palabras del español, pero con firme aplomo, mientras Juan Pablo II lo escuchaba cubriéndose a veces la cara entre las manos, y otras, asintiendo con la cabeza.No le llamó nunca Santo Padre o Santidad, sino más sencillamente "queriodo Padre", y le dijo: "Sornos indígenas de diferentes lenguas, culturas y religiones, pero unidos por la misma historia, los mismos sufrimientos y las misi-nas preocupaciones. Nos cuentan nuestros abuelos cómo los blancos arrebataron nuestras tierras por la fuerza de la armas, que los indígenas no siempre pudieron rechazar. Y cómo luego pelearon los blancos entre sí, dividieron nuestras tierras, levantando fronteras nacionales que no son indígenas".

Ricos por la fe

Y continuó: "Los blancos tomaron nuestras tierras y ahora nos expulsan de ellas. Lloramos porque lo más penoso es que las autoridades blancas no nos toman en serio, y en vez de defendemos a nosotros defienden a los que compran nuestras tierras con nosotros dentro". Se oyó un grito sonoro que retumbó en el silencio nocturno del acto: "¡Es cierto!". Maskoy se detuvo unos instantes, el Papa abrió sus ojos, y continuó: "Nuestros hermanos Chiriripa y Pai Tavytera sufren porque les roban la madera preciosa de sus bosques, destruyen sus plantas sagradas y hacen desaparecer los bichos silvestres".

El indio Maskoy le dijo también al Papa que los blancos tratan con mayor mimo a los animales que a ellos. Y tras haber afirmado, con orgullo, "somos pobres por fuera, pero ricos dentro por la fe", concluyó diciendo: "Sabernos que usted no nos trae soluciones, sino que nos visita en nombre del gran Padre, y lo único que le pedimos es que nos apoye en nuestro camino".

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Después del largo y denso discurso del indígena, el del Papa se quedó corto y en la sombra. Los indígenas, esta vez, aplaudieron más al hermano indio que al Papa.

Juan Pablo II tuvo al final uno de sus momentos de humor antes de despedirse. Tras haber pronunciado unas palabras en una de las lenguas indígenas y haber visto que aplaudían, comentó: "Veo que se entiende; entonces quiere decir que el Papa podría quedarse como misionero en Misión Teresita". Después se mezcló con ellos, tocándoles en la cabeza o en la cara con cariño. Pero ellos no reaccionaban; casi se retiraban, como extrañados, ante aquel gesto. Por micrófono, una misionera explicaba que aquellos indígenas tienen otra cultura y expresan sus sentimientos de forma distinta a la nuestra.

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