Tribuna:EL 31º CONGRESO DEL PSOE

La segunda oportunidad del socialismo español

Lo que significa es únicamente que las acciones y omisiones de los partidos socialistas tienen que ser evaluadas mediante un plazo más largo y unos criterios más estrictos que los aplicados a las efímeras combinaciones de la casta política tradicional. Entre estas dos clases de criterios existe una tensión deliberada. El largo plazo implica una actitud generosa hacia una serie de desafortunados incidentes cotidianos y de rutinas defectuosas, y ocasionalmente, incluso de graves errores. La expresión más estrictos significa una exigencia de integridad y honestidad hacia los ciudadanos y l...

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Lo que significa es únicamente que las acciones y omisiones de los partidos socialistas tienen que ser evaluadas mediante un plazo más largo y unos criterios más estrictos que los aplicados a las efímeras combinaciones de la casta política tradicional. Entre estas dos clases de criterios existe una tensión deliberada. El largo plazo implica una actitud generosa hacia una serie de desafortunados incidentes cotidianos y de rutinas defectuosas, y ocasionalmente, incluso de graves errores. La expresión más estrictos significa una exigencia de integridad y honestidad hacia los ciudadanos y los electores, exigencia que muchos cínicos no esperan de los políticos ordinarios.En esta perspectiva histórica acabamos de experimentar el punto de máximo desarrollo de¡ socialismo industrial clásico en Europa Occidental. No existe ninguna distante edad dorada del socialismo. Los discursos más radicales pueden haberse hecho hace tiempo, surgidos del agravio impotente, y las esperanzas pueden haber llegado más allá en las secuelas de los traumas de las dos guerras mundiales. Pero no hubo ninguna edad de más voz de los trabajadores y los sindicatos en los lugares de producción, ningún período previo (después del despegue del capitalismo) en que el pueblo fuera menos dependiente de la propiedad o del patrono.

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Therborn es profesor de Sociología en la universidad de Gotemburgo (Suecia) y de Ciencia Política en la universidad de Nimega (Holanda).Traducción: M. Carmen Ruiz de Elvira.

Esto fue una consecuencia del apogeo del capitalismo industrial. Aproximadamente entre 1965 y 1975 el empleo industrial alcanzó su cenit en prácticamente todos los países capitalistas avanzados. Más o menos, el pleno empleo fortaleció la posición de los trabajadores. La comunicación de masas y la emigración masiva, interna e internacional, debilitó el antiguo poder del tradicionalismo. En Francia, Grecia, España y Portugal, la falta de un centro liberal añadió una apariencia de eclipse del liberalismo a los procesos de proletarización antes mencionados, lo que al mismo tiempo llevó a las victorias electorales y sindicales en toda Europa Occidental, con la excepción general de Suiza y la excepción gubernamental de Italia. Las propuestas prácticas más radicales de abolición del capitalismo se presentaron en este período reciente. Lo más concreto fue el original plan de los poderosos sindicatos suecos de una gradual adquisición por ellos de las acciones de las empresas hasta un punto en que, para el año 2030, la mayoría de los medios de producción habrían llegado a estar en manos de los mismos, manteniéndose sin variación todo lo demás. Más florido, pero menos sustancial, era el compromiso de los socialistas franceses, desde mediados de la década de los setenta en adelante, con una ruptura con el capitalismo.

La crisis del capitalismo de 1973-1985 puso fin al socialismo industrial en Europa Occidental. La mayoría de los Gobiernos socialistas y socialdemócratas no consiguieron, desgraciadamente, mantener el pleno empleo ni las posiciones básicas de los trabajadores. Y a los países con una socialdemocracia importante que sí lo consiguieron -Austria, Noruega y Suecia-, las nuevas cuestiones de adaptación al mercado mundial o a la ecología les plantearon y les están planteando graves problemas.

El apogeo del socialismo industrial tuvo su fui con la última crisis del capitalismo industrial. Las posiciones de los trabajadores no tuvieron que retroceder a las de la década de los cincuenta o de los primeros años de la de los sesenta. Lo crucial no fue el frenazo o el fracaso político-económico per se, sino el giro histórico del desarrollo industrial. La sociedad industrial viene declinando desde 1965-1975, y están apareciendo los contornos de una sociedad posindustrial.

Desempleo

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Al socialismo español se le ha dado una segunda oportunidad. Las divisiones y debilidades de las oposiciones de derecha e izquierda han hecho posible hasta ahora para los socialistas españoles salir bien parados con la tasa de empleo más desastrosa de Europa y con un dramático y súbito cambio de posición en política exterior. A un extranjero no le corresponde pronunciarse sobre la justicia de esta segunda oportunidad. Es un hecho político digno de mención. Y significa que los socialistas españoles han recibido una segunda oportunidad para marcar la ruta hacia una sociedad posindustrial en España.

La noción de sociedad posindustrial ha tenido a menudo una sobrecarga ideológica. Surge como una secuela de la idea de una sociedad industrial en forma de una civilización convergente que trasciende las diferencias y los conflictos entre capitalismo y socialismo. El término posindustrialismo fue lanzado por algunos sociólogos-ideólogos, estadounidenses primero y luego franceses, como una trascendencia aún más potente de los conceptos de clase, conflicto de clases, capitalismo y socialismo, e incluso del concepto de economía. Las universidades se convertirían en los lugares centrales de la nueva sociedad, en la que el conocimiento o la información reemplazaría al capital. Los problemas económicos en el sentido clásico desaparecerían, como también lo harían las fuerzas políticas clásicas.

Por sociedad posindustrial se entiende aquí solamente una sociedad en la que las actividades fabriles y las subsidiarias de éstas han dejado de ser la actividad económica y socialmente dominante o central. Dónde debe situarse con precisión el fin de la dominación o de la centralidad es una cuestión aún no totalmente decidida. La categoría servicios en las cuentas nacionales comprende un surtido de actividades demasiado heteróclito como para proporcionar un criterio claro, tal como alcanzar a la industria o ser mucho más importante que ésta en su contribución al PIB y al empleo. Posiblemente, la forma de aproximarse a una definición empírica de la sociedad posindustrial sea buscar cuándo las organizaciones de intereses -en particular los sindicatos- y la movilización política dejan de estar dominadas por fuerzas económicamente al margen de los distintos segmentos del capitalismo industrial. Los concomitantes de una sociedad posindustrial en este sentido se dejan deliberadamente abiertos. No obstante, no veo, por desgracia, ninguna razón necesaria para que los problemas de la pobreza y de la escasez relativa deban desaparecer junto con la centralidad de la industria. Ni tampoco existe una razón empírica para esperar que los intereses y los conflictos de la industria lleguen a carecer de importancia. Europa Occidental ha dejado de ser una sociedad agraria, pero la política agrícola todavía causa problemas a la CEE, y Suecia, por ejemplo, tuvo por primera vez un primer ministro agricultor en 1976.

La idea de la década de los sesenta de una convergencia industrial entre el Este y el Oeste está ahora muerta. Su sucesora, la de una convergencia poseconómica posindustrial en Occidente, se ha visto frustrada por la crisis de 1973-1985, con sus divergentes consecuencias. En su lugar, lo que está apareciendo es una serie de vías diferentes hacia la sociedad posindustrial.

Dimensiones

Esas vías pueden distinguirse a lo largo de al menos cinco dimensiones. Una es el empleo. Algunos países, tales como Suecia, Japón, Noruega, Suiza y probablemente Austria, entran en el posindustrialismo con pleno empleo; Estados Unidos quizá lo hace con pleno empleo sólo para los blancos no hispánicos. La mayoría de los países europeos, y España en particular, dejan el industrialismo con una pesada hipoteca de desempleo masivo, es decir, más a través de un proceso de desindustrialización que de posindustrialización. Cualquier futuro y sentido del socialismo español a largo plazo presupone que la enorme tasa de desempleo sea severamente recortada. Una segunda dimensión es parcialmente dependiente de la primera, pero no reducible a ella, y está relacionada con las condiciones de debilidad o fortaleza de la clase trabajadora. Las dos primeras economías del mundo capitalista, Estados Unidos y Japón, están entrando en el posindustrialismo con una fuerza de trabajo muy debilitada. Esto sucede también en un gran número de países de Europa Occidental, pero no en todos; no en los países nórdicos, apenas en Austria, y los muy importantes SPD y DGB de Alemania Occidental, aunque en la oposición, han salido de la crisis y la desmoralización de los últimos años de Schmidt. En la Europa latina, únicamente los arrinconados en el partido comunista italiano y los socialistas es pañoles han conservado vigor en sus ideas e iniciativas. En tercer lugar, la vía hacia una economía de servicios puede correr bien a través de servicios públicos, lo que en los países escandinavos ha dado cuenta de prácticamente todo el crecimiento en el empleo de servicios durante los pasados 15 años, o bien casi exclusivamente a través de servicios privados, como en Estados Unidos o en algunos países de la franja central europea.

En cuarto lugar, el posindustrialismo supone un nuevo sistema de gestión y de relaciones industriales, postayloristas, apuntando a una mayor implicación de los empleados en las principales firmas. Esta dimensión puede tomar la forma de una manipulación gerencial, incluyendo la concesión de favores específicos de las empresas y de un incremento del autoritarismo, la prohibición de la sindicación y a veces el establecimiento de normas para la conducta privada de los emplea dos. O bien puede tomar la expresión de una democratización de la toma de decisiones y de una desjerarquización de estados y remuneraciones. Aquí veo yo una importante posibilidad de una progresiva posindustrialización en la tradicionalmente autoritaria, sexista y jerárquica España. Finalmente, el desarrollo posindustrial puede ser o bien la fuente de una nueva y profundizada división social o de un desmantelamiento de las divisiones, en las perspectivas de los servicios como preocupación, interés o conocimiento universalista, y de una conciencia de un medio ambiente humano común.

En general ha existido una diferencia entre el socialismo latino y la democracia social del norte de Europa en el sentido de que el primero ha sido mucho más florido retóricamente, y la última, de facto, con muchos más logros en materia de cambio social. Ninguno de ellos debe tomarse como modelo de forma no crítica, y en el caso español creo que existe una buena razón para ser un observador muy crítico de la relación entre los hechos y las palabras. Pero en este caso más como un problema de cultura política española y latina que del socialismo español. Sin embargo, es cierto que los socialistas de España deben ser juzgados con los criterios de la historia a largo plazo. Yo no tengo suficiente competencia para juzgar el caso, pero en este último párrafo permítaseme relajar mi autovigilancia científica y desear al PSOE y a la izquierda española en general acierto en tomar una vía progresiva y básicamente socialista hacia la sociedad posindustrial.

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